Alcanzar un imposible con las manos

Tres moretes en cada tibia y tres más en las rodillas, dolor muscular en los antebrazos, raspones y rasguños en las palmas de las manos, tierra por todas partes y la sensación de que puedo lograr cualquier cosa.Con esos regalos me devolvió la piedra al suelo, después de haber escalado 13 metros sobre su rugosa superficie.Una vez abajo, volví a ver las cadenas que marcaban la meta. De verdad parecían imposibles de alcanzar unos minutos atrás.El metro cero'Tres puntos de apoyo'. La directriz está clara: antes de cambiar alguna de las extremidades de posición, tengo que asegurarme de que las otras tres estén bien apoyadas.También debo impulsarme más con las piernas, para subir como si fueran gradas, en lugar de jalarme con los brazos, que será más difícil y más cansado.'Si siente que las manos se le resbalan, écheles magnesio. Eso es lo que lleva guindando en la bolsa', me dice el escalador Federico Fernández.A su equipo está ligada la cuerda que me sostendrá. Desde mi arnés, la soga sube hasta la polea que se encuentra al nivel de las cadenas de la meta y de ahí baja hasta el arnés de Fernández. Cada vez que yo suba, él la tallará. En caso de resbalar, no caeré al piso, sino que quedaré suspendida en el nivel en el que me encuentre.'Eso sí: si se resbala, no se agarre de la cuerda', me advierte. 'Si lo hace, va a quedar de espaldas a la pared y se puede golpear'.El metro unoVeo la roca. Me ofrece cientos de posibilidades para agarrarme.Tanteo una, luego otra.Mis manos palpan la superficie en busca de esa piedra que me dé seguridad para aferrarme.'Esta', me digo. Mecánicamente, mi pie busca 'la grada' para apoyarse y permitirme sostenerme sin tener el brazo tan estirado. El otro hace lo mismo.Mis tres puntos de apoyo están garantizados. Levanto la vista y alargo el brazo buscando una roca más arriba.'Esta'. La aprieto con fuerza. Los pies buscan una nueva grada. Vuelvo a alzar la vista para asegurarme de que estoy subiendo en la dirección que indica la soga.A mi izquierda hay otros escaladores. Algunos son principiantes, como yo. Eso es lo bueno de Cachí: tiene muchas rutas con diferentes niveles de dificultad, aptos para primerizos y para escaladores regulares o profesionales.Sigo trepando. De repente, no está resultando tan difícil como...

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