Álvaro Cedeño: Cuaresma y ceniza

Otra vez, Miércoles de Ceniza. Ceniza que en el Antiguo Testamento habla de desapego. De darnos cuenta de lo que vale lo efímero. Y de lo que no lo es.

Ayuno, que implica prescindir, y que mirado, elementalmente, podría consistir en una revisión de circunstancias, para distinguir las esenciales de las accesorias. Para reubicarnos en cuanto a si se come para vivir o se vive para comer.

Y de aquí partir hacia una revisión de fines y medios, en la cual podríamos descubrir destellos de que dar es recibir y que amar sin ser amado no es una tontería. Para luego saltar al ejercicio realista de autorreflexión, que reconoce lo que dejamos de hacer y que se pregunta sobre la contribución que hacemos al bien común. Porque tal vez el Reino anunciado se lograría si todos contribuyéramos al bien común.

El ser humano es, de manera singular, porque en un rango que podemos ir aumentando, tenemos libertad; es decir, podemos elegir mediante una valoración de las opciones.

Somos portadores de un potencial desconocido. Podemos hacer maravillas con lo que vamos enfrentando, sobre todo si no vivimos según un manual. Si vivimos abiertos a lo que va acaeciendo.

Somos capaces de paradojas. De extraer, como decía...

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