Crisis y bien común

La normalidad es muy agradable. Nos permite transcurrir a través de ella con poco esfuerzo. Aplicamos nuestras rutinas, nuestros hábitos y vamos exitosamente haciendo el recorrido. Pero, de pronto, algo cambia y se encienden nuestras alertas.Tenemos que pensar más el próximo paso que vamos a dar. Nos preocupa si la perturbación es solo un evento pasajero o si es el preludio de perturbaciones mayores. La ruptura de la normalidad nos remueve internamente.Hablamos del asunto. Escuchamos a muchas personas. Los medios se llenan de opiniones. Los actores de la ruptura vociferan y no hay cómo no escucharlos. Esto nos va transformando de espectadores en actores.Nos matriculamos en uno u otro bando. Y empezamos a sentir una ebullición interna, la cual finalmente desemboca en uno de dos caminos. O elegimos ser optimistas y pensar que la perturbación pasará y que no tendrá consecuencias. O el pesimismo nos lleva a pensar que esto es el inicio de una crisis permanente, con la cual el destino nos viene a cobrar por haberle halado demasiado el rabo a la ternera y haber descuidado la tarea de contribuir a la estabilidad de la nación.Durante la crisis...

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