Democracia en América Latina apertura económica, populismo y crisis.

AutorRodr
Páginas27(24)

ÍNDICE Resumen Abstract Presentación Avances en democracia De la Independencia a la crisis de la deuda externa La primavera democrática Frustraciones y avances económicos Frustraciones Avances Desencanto democrático Populismo y futuro de la democracia en América Latina Populismo y reacciones contra la democracia representativa Ignorancia, multiplicidad de la causalidad, gradualidad y futuro de la democracia en América Latina Bibliografía PRESENTACIÓN

Las naciones de Latino América atravesamos el umbral del siglo XXI orgullosas por los avances alcanzados en nuestra organización política, y lo hicimos con justa razón. Pero con unos pocos años andados en el nuevo milenio ya hemos experimentado desencanto, frustración y angustia por los resultados de esa vida en democracia. ¿Qué podemos esperar para el bienestar de nuestros pueblos en los años por delante?

Claro que los resultados dependerán de nuestro recorrido histórico, pero también de las acciones que los ciudadanos en adelante adoptemos. Y la decisión sobre las acciones será influida por nuestros modelos mentales. Por eso creo que valen mucho la pena el análisis, la reflexión y el debate sobre estos temas. Ese fue motivo para contribuir con mucho gusto con un artículo (1) para Dialogo Político, publicación que da continuidad a un valioso aporte de reflexión y debate, que ya por más de 26 años ha venido realizando la Fundación Konrad Adenauer con sus publicaciones para América Latina. Ahora aprovecho para ponerlo al día y publicarlo en la Revista de Ciencias Económicas de la Universidad de Costa Rica

AVANCES EN DEMOCRACIA (2)

De la Independencia a la crisis de la deuda externa

Las muy diferentes gestas de Independencia de principios del siglo XIX condujeron a las nacientes naciones de la América Española a una importante contradicción entre las instituciones formales recién adoptadas y las costumbres, tradiciones y reglas que determinaban las formas de producción, de estratificación social y de organización comunitaria que se heredaban prácticamente sin cambios de la vida colonial. Y claro, como es bien conocido, en esas circunstancias con facilidad prevalecen las segundas condiciones, las instituciones informales, que son las normas más arraigadas tanto a nivel social como simbólico, y por consiguiente son más renuentes al cambio y actúan como un poder conservador de la sociedad.

De esta forma la estructura formal democrática copiada de la Constitución de los Estados Unidos e influida por las ideas de la Revolución Francesa y la Constitución de Cádiz, fue en la mayoría de los nuevos países del Continente una mera fachada, tras la cual surgieron gobiernos caudillistas, y a cuya sombra se dieron las luchas entre los liberales que deseaban hacer prevalecer las instituciones formales, y los conservadores que pretendían mantener la estructura estatutaria, regulada y jerarquizada de la organización productiva colonial.

En esas condiciones la democracia fue en casi todas las naciones y casi todo el siglo XIX más una aspiración que una realidad.

Por supuesto que durante ese siglo se dan excepciones a esta esquemática descripción de la vida política latinoamericana que acabo de esbozar, y en especial en el Cono Sur y en Costa Rica se viven periodos de construcción democrática, al tiempo que en todas las naciones se avanza en ir extendiendo el derecho al voto a un mayor universo de los hombres mayores de edad.

Durante el período entre las dos guerras mundiales, y con las transformaciones que vive en esos años el mundo en nuevos totalitarismos, industrialización, urbanización y alfabetización, en América Latina las dictaduras caudillistas decimonónicas dan paso a golpes y gobiernos militares y a experimentos populistas.

Surge en el mundo después de la II Guerra Mundial y hasta 1962 una ola de democratización posterior a la que vivió el mundo en el siglo XIX, y América Latina participa en ella. Pero fue de poca duración su efecto en nuestra parte del mundo, pues solo Costa Rica, Colombia y Venezuela siguieron democráticas durante la reversión de esa ola.

Lo cierto es que a finales de la década de los setenta en el siglo XX, únicamente esos tres países en América Latina viven en democracia, con elecciones transparentes y alternancia entre partidos en el ejercicio del gobierno.

A pesar de eso, a pesar del predominio de los gobiernos dictatoriales en los organismos interamericanos, las décadas anteriores a la crisis de la deuda externa a inicios de los ochenta fueron tiempos de de fortalecimiento del sistema de derechos humanos.

Así, en 1959 en Santiago se establece la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la cual obtiene vigencia contractual con el Protocolo de Buenos Aires que la incorpora en 1967 a la Carta Constitutiva, y en 1969 nace el sistema convencional interamericano de Derechos Humanos basado en la Convención Interamericana de Derechos Humanos adoptada en San José en ese año. En 1979 al amparo de estas nuevas normas y radicada en San José entra en operación La Corte Interamericana de Derechos Humanos.

La primavera democrática

Al tiempo que se avanzaba en el reconocimiento formal de la libertad y la dignidad de los americanos y se incluían los derechos de las americanas, las décadas de 1970 y 1980 vieron la culminación, crisis y declive de las políticas de sustitución de importaciones y de sangrientas dictaduras militares; así como el surgimiento de políticas de estabilización y liberalización económicas, y de la democracia. A lo largo de esas décadas en el Cono Sur y en la Zona Andina predominan los gobiernos militares surgidos de golpes de estado, en Centro América se sufren las confrontaciones revolucionarias de las guerrillas de izquierda con gobiernos militares y civiles que se dan al amparo del conflicto global con el comunismo, y en México continua el sistema unipartidista con reclamos constantes por fraudes electorales. ¡Al mismo tiempo que se fortalecía el sistema Interamericano de derechos humanos murieron alrededor de 600.000 personas víctimas de las guerras y de la represión totalitaria!

Con la crisis de la deuda externa latinoamericana, en el paso de los setentas a los ochentas, entra en fase terminal el proceso de industrialización por sustitución de importaciones, cuyas distorsiones de precios, desaliento a las exportaciones y costos monetarios y fiscales ya no eran sostenibles. En la década perdida de 1980, el aumento de la pobreza, los costos de la inestabilidad política, económica y social, y la influencia de los cambios contemporáneos en el resto del mundo ya no permitían mantener un modelo cuyas fases iniciales habían sido de acelerado crecimiento, pero que por sus elevados costos de eficiencia había perdido dinamismo y cuya sostenibilidad no era ya posible.

Cuando el modelo de sustitución de importaciones perdió su impulso inicial se trataron varias formas para volver a acelerar el crecimiento: sustitución de importaciones de bienes de capital y materias primas por una parte y expansión de la actividad económica del gobierno por otra. Pero ninguna de esas avenidas podía dar buenos resultados. La primera agravaba la ineficiencia producida por la sustitución de importaciones de bienes finales y revertía las rentas creadas en esa primera etapa y la segunda significó una expansión de los servicios públicos estatales, de la producción industrial de empresas públicas y del empleo gubernamental. La falta de medición de resultados y de responsabilidad política por esos resultados agravó frecuentemente la ineficiencia económica con la segunda de esas soluciones.

Los consiguientes déficits fiscal y de balanza de pagos se financiaron con masivos endeudamientos externos que fueron posibles gracias a los excesos de ahorro disponibles para otorgar créditos internacionales en virtud de las extraordinarias alzas del petróleo de 1973 y fines de esa década. Al tiempo que crecía la deuda externa, también se expandía la regulación de precios y las medidas de regulación cuantitativa y discrecional sobre diferentes productos, llegándose incluso a la prohibición de algunas exportaciones. Este proceso se mantuvo hasta que la magnitud de esos desajustes llevó a los acreedores privados y públicos a suspender sus remesas de capital hacia la región, y detó la crisis de la deuda externa.

En esa década de 1970 también se dio cambios en el resto del mundo que influyeron en favor de las transformaciones económicas y políticas de los años ochenta en América Latina.

El mito de la racionalidad del socialismo y de sus ventajas frente a las economías de mercado para provocar un rápido crecimiento se había desmentido, no ya con el análisis económico abstracto que desde muchos años antes lo había desnudado (3), sino con la fuerza incontestable de los hechos: altas tasas de ahorro y restricciones al consumo en los países comunistas que no creaban riqueza sino solo carencias para las familias; las naciones desarrolladas experimentaban simultáneamente inflación y desempleo con lo cual la curva de Phillips y el keynesianismo perdieron su anterior predominio; la más grande democracia del Mundo, la India con su planificación central era una de las naciones con menor crecimiento en el globo y los tigres asiáticos con políticas de mayor apertura comercial y ortodoxia fiscal y monetaria experimentaban las tasas de crecimiento más aceleradas y se distanciaban de los niveles de desarrollo de las naciones latinoamericanas, a pesar de haber partido de situaciones de menor bienestar económico.

La respuesta en el campo económico fueron políticas de estabilización y liberalización económica que en pocos años cambiaron la estructura productiva y financiera de la región. Esas políticas no se difundieron sin antes probar en varios de los países latinoamericanos formulas de regulación y controles monetarios, de precios y cambiarios que como resultado tuvieron ataques especulativos contra el tipo de cambio, crisis financieras y altos niveles de inflación. El mal llamado Consenso...

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