Discriminación salarial en el mercado de trabajo en los noventas.

AutorJim
Páginas31(21)
  1. INTRODUCCIÓN

    Durante la década de los noventas se consolidaron cambios importantes en la estructura productiva y laboral costarricense, propiciadas por las reformas económicas cuyo objetivo eran la estabilización y modernización de la economía tras la crisis a inicios de los años ochenta. Las principales reformas fueron la apertura comercial, la disminución del tamaño del sector público, la reforma financiera, entre otras. Además se promovió la igualdad entre los hombres y las mujeres con la ratificación de convenios internaciones, cambios institucionales, promulgación de leyes y normas laborales con el fin de consolidar el principio de igualdad en la remuneración para trabajo de igual valor establecido en el artículo 57 de la Constitución Política (3).

    A nivel mundial la existencia de diferencias salariales entre hombres y mujeres ha motivado el desarrollo de teorías económicas y modelos empíricos que modelan y desagregan la diferencia salarial. Estos se basan en la teoría neoclásica del capital humano, la cual establece que los trabajadores serán remunerados de acuerdo a su productividad. Como la productividad no es observada, usualmente se estima con las características de capital humano, como el nivel de educación, años de experiencia, características del empleo, entre otros. La parte de la diferencia salarial que no es explicada por la productividad se denomina como la discriminación. En términos económicos, la discriminación salarial ocurre cuando trabajadores con la misma productividad tienen salarios distintos por pertenecer a cierto tipo de etnia, sexo u otra característica sociodemográfica, por lo que existe discriminación salarial cuando las diferencias salariales no se deben a diferencias en la productividad para las mismas ocupaciones (McConnell, y Brue, 1997).

    El mercado laboral costarricense se caracteriza por la participación relativamente baja de las mujeres en comparación con los hombres, sin embargo, durante los noventas se dio un aumento en la incorporación de mujeres; ya que la tasa neta de participación femenina pasó de 30% en 1990 a 34% en el 2000, mientras que la de los hombres pasó de 77% a 74%, respectivamente. Si se considera la brecha en el salario mensual de los hombres y las mujeres se tiene que ésta ha disminuido; en 1990 los hombres ganan un 21% más que las mujeres y en el 2000 un 18% más. Nótese que la diferencia es menor cuando se considera el salario por hora; en 1990 los hombres ganan un 2% más que las mujeres y en el 2000 las mujeres ganan un 3% más que los hombres. En los asalariados la diferencia en el salario por hora es mayor; en 1990 los hombres ganan 11% más que las mujeres y en el 2000 un 3% más.

    Esta investigación utiliza la metodología desarrollada por Oaxaca y Ransom (1994), para el período de 1990 al año 2000, la cual descompone la diferencia en el salario de los hombres y las mujeres en tres componentes: la ventaja de los hombres, la desventaja de las mujeres (ambas suman la discriminación) y la productividad. Los resultados que se obtienen sobre la medición de la discriminación no pretenden ser una explicación definitiva de este fenómeno, pero sí una aproximación que permita determinar relaciones y tendencias en la década.

    Este artículo presenta una breve descripción del mercado de trabajo, resultados de otras investigaciones sobre discriminación, descripción de la metodología, resultados y las conclusiones.

  2. DESCRIPCIÓN BREVE DEL MERCADO DE TRABAJO

    En el año 2000, el 39,9% de la población costarricense se encontraba en el mercado de trabajo, casi dos puntos porcentuales por encima de su valor en 1990 y el 53,4% de la población en edad de trabajar buscaban trabajo o trabajaban, prácticamente igual a lo mostrado en 1990 (cuadro 1).

    Las tasas de crecimiento de los indicadores entre los hombres y las mujeres, muestran diferencias importantes entre sexos. Mientras la tasa neta de participación femenina (4) creció en promedio 1,2% anual durante la década, la masculina más bien se redujo en -0,5% anual. Este aumento en la participación de las mujeres es más significativo en los últimos años de la década, pues entre 1997 y 1999 la tasa neta creció un 4,6% promedio anual.

    A pesar de eso, la tasa neta de participación femenina continúa siendo relativamente baja en comparación con la de los hombres y con la de otros países de América Latina. Por ejemplo, Costa Rica y Uruguay tienen niveles similares de desarrollo, pero la tasa de participación de las mujeres de 15 años y más en zonas urbanas es de 43% en Costa Rica mientras que es de 50% en Uruguay (5) (CEPAL, 2001).

    Las tasas de participación de las mujeres muestran diferencias según el nivel de educación que posean (6). Las mujeres "con educación universitaria tienen una tasa de participación del 65%, mientras que las que sólo tienen educación primaria es menor del 30%. Dado que las mujeres con solo educación primaria constituyen el 50%, el problema de la baja participación femenina se torna preocupante" (Montiel, 1999).

    La tasa de desempleo abierto se ha mantenido relativamente baja en alrededor del 5% durante la década, aunque mostró algunos repuntes en los años 1991 y 1996, alcanzando en el 2000 un 5,2%. Vale la pena señalar que las mujeres son las más afectadas por el desempleo.

    Por su parte, los asalariados representan la categoría ocupacional más importante dentro de los ocupados, a pesar de la disminución que tuvieron a lo largo de la década de los noventa, causada principalmente por la pérdida de importancia de los empleados del Estado (estos últimos pasaron de 18,0% en 1990 a 14,2% en el 2000). Aun así, para el año 2000 el 70,5% de los hombres que se encontraban trabajando lo hacían como asalariados y de las mujeres que se encontraban trabajando el 79,5% eran asalariadas. Dos terceras partes de los asalariados son hombres.

    En cuanto a la brecha en las remuneraciones promedio de los hombres y las mujeres, éstas muestran diferencias importantes si se considera la remuneración por hora o por mes. En términos generales, la brecha es significativamente mayor al considerar los ingresos por mes que los ingresos por hora, y en muchos casos, se revierten las relaciones y las mujeres ganan más que los hombres. Una de las causas es que las mujeres trabajan en promedio menos horas.

    La relación de ingresos promedio por hora en los asalariados era de 0,89 en 1990, pasa a 1,04 en 1993 y 1997 y para el 2000 fue de 0,97 (gráfico 1). Si se utiliza el ingreso promedio mensual, la relación era de 0,85 en 1990 y en el 2000 de 0,86. La relación entre las remuneraciones de hombres y mujeres resultan mayores en los asalariados que en el total de ocupados con ingreso conocido, por esto es importante estimar la brecha salarial y sus componentes de este grupo específico.

    [GRÁFICO 1 OMITIR]

    Al comparar la relación de ingresos promedio por hora entre mujeres y hombres por nivel de instrucción, se aprecia que entre mayor es el grado de educación, mayor es la brecha salarial (gráfico 2).

    En los ocupados sin años de educación, la relación de ingresos entre mujeres y hombres fue en promedio de 0,95 durante la década. En los ocupados con primaria incompleta, la relación de los salarios por hora entre mujeres y hombres fue en promedio de 0,95 y en los que poseen primaria completa de 0,87.

    Al analizar a los ocupados que poseen algún nivel de educación secundaria o a los que la completaron, se observa que la relación de ingresos promedio por hora entre hombres y mujeres fue de 0,89 y 0,88, respectivamente. En los ocupados que completaron la secundaria, la relación de ingresos pasa de 0,88 en 1990 a 0,96 en el 2000. Si se considera a los que poseen algún nivel de educación universitaria, se observa que la relación de ingresos por hora fue de 0,79 en 1990 y en el año 2000 fue de 0,82.

    [GRÁFICO 2 OMITIR]

  3. METODOLOGÍA

    La técnica econométrica utilizada se origina en el método desarrollado por Oaxaca (1973) y Blinder (1973), generalizada por Oaxaca y Ransom (1994).

    Esta metodología descompone la brecha salarial en factores asociados a productividad y a discriminación. Su principal aporte es que provee de una forma de representar la estructura salarial que existiría si no hubiera discriminación, y de esta manera determinar como resultado de la discriminación cuanto es la ventaja salarial para los hombres y cuanto es la desventaja de las mujeres.

    Siguiendo a Oaxaca y Ransom (1994), primero se define la diferencia salarial observada o bruta como:

    [G.sub.h,m] = [[W.sub.h]/[W.sub.m]] - 1 (1)

    donde [W.sub.h] representa los salarios de los hombres y [W.sub.m] los salarios de las mujeres. En ausencia de discriminación, la diferencia salarial entre hombres y mujeres reflejaría las diferencias en la productividad ([Q.sub.hm]):

    [Q.sub.hm] = [[W.sub.h.sup.0]/[W.sub.m.sup.0]] - 1 (2)

    donde el superíndice "0" indica el salario que existiría en ausencia de discriminación. La discriminación ([D.sub.hm]) se define como la diferencia, o residuo, entre la diferencia salarial observada [G.sub.hm] + 1 y la diferencia en la productividad [Q.sub.hm] + 1:

    [D.sub.hm] = [([W.sub.h]/[W.sub.m]] - [[W.sub.h.sup.0]/[W.sub.m.sup.0])]/([W.sub.h.sup.0]/[W.sub.m.sup.0]) (3)

    Combinando las ecuaciones (1), (2) y (3), y aplicando logaritmos, se puede descomponer la diferencia salarial bruta de la siguiente manera:

    ln([G.sub.m] + 1) = ln([D.sub.hm] + 1) + ln ([Q.sub.hm] + 1) (4)

    Donde la brecha salarial es igual a la suma del factor atribuido a discriminación y la parte debida a diferencias en las productividades.

    El coeficiente de discriminación muestra los efectos del mercado de trabajo discriminatorio sobre los salarios relativos de los hombres y las mujeres. De tal manera que se descompone el coeficiente de discriminación (7) en la ventaja salarial que reciben los hombres y la desventaja salarial de las mujeres. Desarrollando el coeficiente de discriminación (3):

    ln([D.sub.hm] + 1) = ln([W.sub.h]/[W.sub.m]) - ln([W.sub.h.sup.0]/[W.sub.m.sup.0]) =...

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