Espera morada de 11 meses se apagó en solo dos minutos

Tibás estaba colapsado. El Monstruo iba a disputar ante el América un partido por el que había esperado casi un año, pero las ansias se convirtieron en frustración apenas al minuto con 52 segundos.

El ambiente era el de siempre en este tipo de partidos en la Cueva: una afición que llena el estadio y genera grandes taquillas. Sin embargo, bastó que el árbitro Mark Geiger pitara para que empezara el calvario de cada uno de los aficionados que colmaron la que siempre es su casa.

Un pase filtrado de Oribe Peralta hizo que Cecilio Domínguez le robara la espalda a Jordan Smith y definiera con facilidad. Aún ingresaba gente al estadio y otros seguían de pie. Incluso hubo quienes entraron más tarde y no vieron el inicio de la catástrofe.

Smith perdió la perspectiva y la ubicación. Pudo hacer penal, pero decidió que el jugador entrara hasta la cocina.

Con esa daga, no solo la afición supo que ya la suerte estaba echada. Habían pasado 11 meses y 22 días desde su última presentación en Concacaf y todo se había acabado en un abrir y cerrar de ojos.

En el campo, Henrique Moura conversó con Smith. Alexander Robinson y Mariano Torres también se acercaron, pero no había consenso. Smith también le reclamó a Johan Venegas. Era como una cadena, todos estaban contrariados.

No era para menos: 30 segundos antes el rival había montado una ofensiva igual a la espalda de Jordan que por poco termina en gol. Ya estaban avisados, aunque parece que nadie le dijo al carrilero derecho que estos extremos mexicanos sí corren, sí encaran y sí definen.

Con los primeros reproches entre sí ya se sabía el resto: más de 88 minutos de contrariedad. No había un bloque compacto, cada línea luchaba por lo suyo, con distancias muy amplias, sin cooperación. Así era imposible derribar al gigante.

El América supo reconocer que el sector derecho de la S es su punto débil y ahí lo acribilló. Cada subida de Jordan a la ofensiva terminaba en un ataque peligroso de los aztecas. Smith le indicó a Venegas en más de tres ocasiones que tenía que bajar, le hacía gestos con sus manos clamando por acompañamiento en labores defensivas. Eso en la cancha, pero en la grada el culpable era el zaguero.

Antes del segundo gol, que llegó en el...

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