Factores socioeconómicos asociados a la percepción de situación socioeconómica entre adultos mayores de dos países Latinoamericanos.

AutorBrenes-Camacho, Gilbert
CargoDatos estad
Páginas153(15)
  1. INTRODUCCIÓN

    En estudios socioeconómicos, los adultos mayores se consideran como un grupo vulnerable debido a que los problemas de salud a los que se enfrentan pueden limitarles sus capacidades laborales en ausencia de la protección de la seguridad social. Los estudios cuantitativos sobre dicho escenario utilizan indicadores objetivos sobre el tema: pobreza medida según Necesidades Básicas Insatisfechas o según Línea de Pobreza, posesión de activos, niveles de ingreso, etc. Las recientes encuestas sobre envejecimiento en América Latina han incluido el tema de la percepción de la situación económica propia. De esta forma, se puede conocer si los adultos mayores de la región se consideran en una situación ventajosa o desventajosa, y qué factores están asociados a esa percepción. El objetivo del artículo es estudiar el vínculo entre la percepción subjetiva sobre la situación financiera propia e indicadores objetivos de nivel socioeconómico: diferentes tipos de ingreso, posesión de vivienda y de otros activos, nivel de educación, y transferencias monetarias de hijos y otros familiares. El estudio permitirá identificar qué elementos son más importantes para los adultos mayores para que se perciban en ventaja o desventaja socioeconómica.

  2. MARCO TEÓRICO

    La población adulta mayor ha sido considerada tradicionalmente como un grupo vulnerable a caer en la pobreza debido a que tienen más dificultades para recuperarse de una pérdida inesperada de ingreso o de la necesidad de hacer altos pagos por servicios médicos (Hurd, 1989; Gratton, 1996; Lee, 2004; Wood, 2006). Sin embargo, en varios países del mundo, sobre todo los industrializados, los adultos mayores han logrado contar con suficientes recursos económicos para mantener un nivel socioeconómico de vida aceptable, satisfaciendo la mayoría de sus necesidades básicas. Los adultos mayores de los países desarrollados pertenecen a cohortes que disfrutaron del crecimiento económico posterior a la Segunda Guerra mundial. Además, estas generaciones también han dis-frutado de una alta cobertura de la seguridad social, pues los sistemas de seguridad social de sus países ya estaban consolidados durante la segunda mitad del siglo XX. En Estados unidos, por ejemplo, la introducción de los seguros públicos de salud (medicaid y medicare) les ha permitido a las personas de este grupo etario protegerse de gastos catastróficos por salud. En Norteamérica y Europa occidental, se han constituido en un influyente grupo que usa su poder en las urnas para promover o desestimular políticas públicas que los pueden afectar (Angel & Angel 1997; Galasso & Profeta, 2002; Gratton, 1996; Hurd, 1989; Preston, 1984; Smeeding and Smith, 1998).

    No obstante, según Gin y Arber (1991), la visión de los adultos mayores como una fuerza rica, poderosa y egoísta encubre inequidades por ingreso, género y clase entre ellos. Estas autoras han estudiado cómo las mujeres en el Reino unido se enfrentan a desventajas económicas en edades avanzadas debido a persistentes desigualdades en ingreso laboral y en planes privados de jubilación, ya que las mujeres tienen que salirse temporalmente de la fuerza laboral por motivos de maternidad. meyer (1990) llega a la misma conclusión para los EEuu después de analizar leyes de bienestar social. En el mismo país, Smeeding y Smith (1998) muestran que, aunque los porcentajes de pobres sean menores entre las personas de 65 años y más comparados con los porcentajes de los adultos más jóvenes, una mayor proporción de los adultos mayores pueden ser clasificados como "casi pobres" o "cercanos a la pobreza" ("nearly poor"), por lo que, si se incrementa el valor de la línea de pobreza en 25%, el porcentaje de pobres entre los adultos mayores se incrementa más que para los adultos más jóvenes. Breeze et al. (2004) encuentran, en Irlanda del Norte, diferencias en calidad de vida--medidas en cinco constructos: manejo del hogar, movilidad, auto-cuidado, interacción social y condición emocional--según indicadores socioeconómicos durante la vejez y del curso de vida; los autores sugieren que las desventajas socioeconómicas en la vejez están determinadas no solo por circunstancias propias de la vejez, sino de condiciones durante la vida.

    Ross, Danziger y Smolensky (1987) y Holden, Burkhauser y Feaster (1988) muestran cómo las transiciones hacia la jubilación o hacia la viudez reducen el ingreso ajustado por necesidades e incrementa la probabilidad de transitar hacia la pobreza. En Inglaterra y Alemania, la transición hacia la viudez conlleva una reducción en el ingreso para las mujeres, pero un mayor ingreso para los hombres; adicionalmente, el nivel educativo de los adultos mayores--un evento temprano en la vida--y cambios en arreglos residenciales (generalmente ya en la vejez) tienen un impacto en la movilidad de ingreso en estos países. Resalta también el hecho de que, pese a tener sistemas de pensiones diferentes, tanto en Inglaterra como en Alemania, la persona adulta mayor tenía una mayor probabilidad de incrementar su salario cuanto mayor fuera la proporción de la pensión proveniente de esquemas complementarios(Zaidi, Frick & Büchel, 2005).

    Los sistemas de Seguridad Social en países industrializados han tenido un importante efecto redistributivo, pues son un componente significativo del ingreso y riqueza de los adultos mayores pobres (Smeeding y Smith, 1998). Aún cuando estos sistemas también proporcionan un mínimo nivel de ingreso asociado con el bienestar para grupos minoritarios, estos siguen enfrentando desventajas en su condición socioeconómica durante la vejez. Los afroamericanos, hispanos y mujeres solas aparentan ser los grupos con más desventajas entre la población adulta mayor de EEuu, debido a factores del curso de vida--tienen menos probabilidad de acumular ahorros y activos, mayor probabilidad de conseguir empleos informales o de baja calificación, o de vivir periodos de desempleo antes de la jubilación--y factores propios de la vejez, como por ejemplo, menos posibilidades de poder pagar los costos suplementarios de los servicios de salud, entre otros factores (Angel & Angel, 1997; Angel & Angel, 2006; Angel, Jiménez & Angel, 2007; Flippen & tienda, 2000; Wallace & Villa, 2009).

    En la mayoría de países latinoamericanos, la prevalencia de la pobreza en edades avanzadas es menor al promedio nacional. Según del Pópolo (2001) y Huenchuán (2009), esta ventaja parece estar explicada por el hecho de que estas cohortes vivieron su etapa adulta durante una época de expansión económica y eran más proclives a tener costumbres frugales de ahorro y consumo. Además, ellas notan que el porcentaje de pobreza entre los adultos mayores es menor en países en etapas más avanzadas de la transición demográfica. Aún así, algunos grupos se encuentran en peor situación que otros. La pobreza es más común en zonas rurales que en las urbanas, entre mujeres más que en hombres, y particularmente en hogares multigeneracionales en comparación con hogares de solo una o dos generaciones. La cobertura del sistema de seguridad social no es tan amplia como en el mundo industrializado, y la proporción cubierta tiene una alta variabilidad entre países.

    Las condiciones descritas anteriormente aplican para México, que fue clasificado dentro del grupo de alta incidencia de la pobreza (del Pópolo, 2001); sin embargo, la incidencia de pobreza en este grupo etario ha venido disminuyendo desde 1996 a 2006 (Huenchuán, 2009). En México, llegar a ser adulto mayor está altamente asociado con el deterioro económico porque el acceso al empleo es bastante limitado para los adultos mayores, quienes se encuentran también en un mayor riesgo de ser expulsados del mercado laboral, a través de la cesantía o de la jubilación obligatoria; por consiguiente, son más susceptibles de hallar más dificultades en el mercado laboral, no solo por su edad, sino también porque tienen menos educación formal (montes de oca, 1996). La situación es más precaria para trabajadores rurales, informales y los desempleados, pues se enfrentan a menos probabilidades de acceder a los beneficios de la Seguridad Social (HamChande, 1996; Wong y Espinoza, 2002).

    Una proporción relativamente pequeña de los adultos mayores está cubierta por el sistema de Seguridad Social o por seguro de salud: solo 27% de mujeres y 31% de hombres en edades avanzadas tenían pensión en 1996 (Wong y Parker, 1999, en Gomes y montes de oca, 2002). Sin embargo, el sistema mexicano de seguridad social ha venido ampliando la cobertura durante la primera década del siglo XXI (Huenchuán, 2009). Con la misma base de datos utilizada en este artículo, Wong y Espinoza (2002) evidencian que la principal fuente de ingreso de las personas nacidas en México antes de 1951 es ingreso laboral (61%), aunque para personas de 60 años y más, las transferencias familiares constituyen la principal fuente de ingreso; las pensiones representan solo un 10% del ingreso total. La mediana del ingreso por persona adulta mayor en el 2001 era de 1150 pesos mexicanos (US$130) por mes, solo 10 pesos por debajo del salario mínimo. En términos de formación de capital, la mayoría de los mexicanos reporta ser propietaria de una vivienda (76%), y este es el mayor...

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