INCENTIVO PARA LA PROTECCIÓN DE LA BIODIVERSIDAD MARINO-COSTERA

Fecha de publicación23 Febrero 2023
Número de registroIN2023717978
EmisorPoder Legislativo

INCENTIVO PARA LA PROTECCIÓN

DE LA BIODIVERSIDAD MARINO-COSTERA

Expediente Nº 23.555

ASAMBLEA LEGISLATIVA:

El presente proyecto de ley tiene como objetivo crear el Fondo de Pago por Servicios Ecosistémicos Marino-Costeros, para fomentar la pesca sostenible, promoviendo la conservación de los recursos y reduciendo la contaminación y la sobreexplotación pesquera, por lo que contribuye con el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 14 “Conservar y utilizar sosteniblemente los océanos, los mares y los recursos marinos”.

Conservación y uso de los recursos marino-costeros:

La superficie de Costa Rica es 92% marina y posee alrededor de 6778 especies marinas y diversidad de ecosistemas como arrecifes coralinos, manglares, pastos marinos, playas, entre otros. Esta biodiversidad corresponde al 3,5% de las especies reportadas en el mundo. Sin embargo, existe poca información de monitoreo de especies marinas y ecosistemas, por lo que no se cuenta con información que permita un diagnóstico de la situación ni que respalde la toma de decisiones en materia de sostenibilidad[1]. Entre los factores que afectan los ecosistemas marinos se encuentran la destrucción del hábitat, la contaminación, presión pesquera y el uso de artes de pesca poco selectivos[2].

Nuestros mares y océanos son claves para el desarrollo de nuestra economía, particularmente en las costas. Para el 2017, el sector pesquero y acuícola generó $ 113 millones; aunque es una cifra baja en relación con el PIB y la pesca de captura va en descenso, esta actividad es vital para la generación de ingresos en las zonas costeras[3]. En cuanto al turismo, según el ICT el 72% de los turistas que ingresaron al país por vía aérea entre el 2017 y el 2019 realizaron actividades de sol y playa[4]. Por otro lado, la Federación Costarricense de Pesca realizó un estudio que muestra que la pesca deportiva genera $500 millones anuales al país[5].

Recientemente, Costa Rica aumentó la zona marina protegida del Parque Nacional Isla del Coco a 5 484 417 hectáreas y del Área Marina de Manejo del Bicentenario a 10 628 366 hectáreas[6], lo cual constituye un paso importante en la conservación del recurso marino. No obstante, esta ampliación no conllevó a un aumento en los recursos humanos, financieros o tecnológicos, por el contrario, los recursos del Sistema Nacional de Áreas de Conservación (SINAC) han disminuido[7]. Esta situación, hace un llamado urgente a la búsqueda de nuevas alternativas para la conservación de los recursos marinos de la mano con las comunidades. Problemáticas como la pesca ilegal y la sobreexplotación de los recursos pesqueros no pueden ser atendidas por la falta de recursos y poco control institucional[8].

En comparación con América Latina y el Caribe, Costa Rica tiene un bajo Índice de Salud de los Océanos[9]. Este índice mide la capacidad de los océanos para proveer de forma sostenible 10 productos o servicios entre los cuales están agua limpia, alimentos, biodiversidad, turismo, almacenamiento de carbono, sustento económico, entre otros[10].

Las comunidades costeras son especialmente vulnerables al cambio climático. El aumento del nivel del mar, el cambio en las características de las olas, en la salinidad y temperatura del agua y los fenómenos meteorológicos extremos aumentan la erosión costera, el blanqueamiento de los arrecifes y pone en peligro las estructuras y los hogares de personas en las costas por inundaciones[11]. Como estrategia para luchar contra el cambio climático, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) menciona la conservación y restauración de los ecosistemas de carbono azul como los manglares y los pastos marinos. Los manglares almacenan un 3% del carbono secuestrado por los bosques tropicales del mundo, ya que pueden retener entre 3 y 4 veces más carbono que la mayoría de bosques; además contribuyen en la mitigación de desastres, conservan la biodiversidad, estabilizan las orillas y proveen alimentos e insumos para las zonas costeras.

Otra amenaza a la biodiversidad marina es la mala gestión de los residuos sólidos, especialmente por los plásticos, y la falta de tratamiento de las aguas residuales. Los ecosistemas marinos se ven afectados por la contaminación, las bolsas plásticas, los recipientes de alimentos y las herramientas son los principales residuos plásticos que contaminan los océanos. Solo el 20% de residuos plásticos que ingresan al mar son de fuente directa, la mayoría son depositados por los ríos. Cabe destacar que Costa Rica posee el río más contaminado de Centroamérica: el río Grande de Tárcoles, el cual transporta de residuos de la Gran Área Metropolitana (GAM) a las playas. Se estima que en Costa Rica se producen 550 toneladas de plástico diarias, de las cuales el 80%, alrededor de 440 toneladas terminan en el mar[12]. Las diferentes especies marinas pueden llegar a ingerir plásticos o a enredarse o asfixiarse con ellos. También, los plásticos liberan sus aditivos en los océanos provocando alteraciones químicas en los ecosistemas. Los microplásticos surgen de la fragmentación de los plásticos por efecto de la radiación ultravioleta y el oleaje, al ser ingeridos por los organismos acuáticos, ingresan a las redes alimentarias llegando finalmente a los seres humanos, se estima que consumimos semanalmente 5 gramos de estos[13]. Según el Centro de Investigación en Ciencias del Mar y Limnología (CIMAR), ya se han encontrado altos niveles de microplásticos en un muestreo de 30 peces[14]. Se estima que la contaminación genera pérdidas de ingresos al turismo de entre $29 y $37 millones, entre $15 y $17 millones por reparación de las embarcaciones y tiempo de pesca que se pierde por limpieza de herramientas y entre $500 y $2500 millones de pérdidas de capital natural al año[15].

Otra problemática son las artes de pesca abandonados, perdidos o descartados, las cuales continúan realizando capturas de especies objetivo y no objetivo y representan un riesgo para la navegación[16]. Las redes al ser arrastradas por las corrientes y el viento pueden dañar organismos frágiles y pueden ser ingeridas por las especies marinas.

Según el VI Informe de Costa Rica al Convenio de Diversidad Biológica manglares, los arrecifes coralinos, los pastos marinos y las playas arenosas han disminuido su cobertura entre 2015 y 2018[17]. La Contraloría General de la República (CGR)[18] en un informe acerca de la eficacia del funcionamiento del sistema para conservar y promover el uso sostenible de ecosistemas de esteros, manglares y playas identificó que este es ineficaz, ya que no se ha identificado y delimitado las características, estructura, composición, relaciones funcionales, límites máximos de intervención y los servicios ecosistémicos. Los protocolos para monitoreo ecológico elaborados por el Sistema Nacional de Áreas de Conservación (SINAC) no se aplican a todos los ecosistemas. SINAC e INCOPESCA regulan la extracción de moluscos, sal y camarones en los manglares, sin embargo, no supervisan otro tipo de intervenciones que se realicen. Las municipalidades costeras tampoco cumplen con sus funciones, ya que de 19 solo 4 realizan esfuerzos de monitoreo de tortugas y cambio climático, 7 atienden denuncias por daño ambiental en los manglares y 6 atienden denuncias en las playas.

Entre los más importantes ecosistemas marino-costeros que posee el país están los manglares. Estos son humedales que se ubican tanto en las costas del Pacífico como del Caribe y entre los servicios ecosistémicos que brindan están la absorción de carbono, protección contra la erosión de las costas, limpieza del agua al atrapar sedimentos y contaminantes y son hábitat de especies marinas y vegetales, razón por la cual son vitales para la producción pesquera. Pese a su valor su cobertura ha disminuido en 13 930 hectáreas[19]. Son ecosistemas susceptibles a la contaminación y se han visto afectados por la sedimentación, la elevación del nivel del mar que genera una pérdida de entre el 1 y 2% de ellos[20].

Por otro lado, de acuerdo con el VI Informe de Costa Rica al Convenio de Diversidad Biológica, los pastos marinos se encuentran a lo largo de la costa del Pacífico y en lagunas arrecifales del Caribe, el área total ronda las 132,8 hectáreas. Tienen una importante función en los ecosistemas dado que brindan servicios de limpieza del agua, guardería para la crianza de especies, alimento de organismos, protección costera y capturan carbono[21]. Al igual que en el caso de los manglares, la cobertura de los pastos marinos ha disminuido debido al aumento de temperatura de los océanos, aumento del nivel del mar, acidificación y la sedimentación.

También, en Costa Rica existen 669 200 hectáreas de arrecifes de coral tanto en el Caribe como en el Pacífico y representan el 7,4% de la diversidad del mundo[22]. Constituyen el hábitat de miles de especies, protegen de la erosión costera, ya que actúan como barrera, contribuyen a mitigar el cambio climático, proveen productos pesqueros y materias primas para la industria farmacéutica y, además, son atractivos turísticos[23]. Desafortunadamente, se estima que el 93% de los arrecifes de coral en Costa Rica se encuentran amenazados. Los sedimentos son la principal causa de muerte de los corales en el país, la cual tiene como origen la deforestación, las malas prácticas agrícolas o el dragado de ríos. Abundan ejemplos como el arrecife de Cahuita, Bahía Culebra y el Parque Marino Ballena. Las aguas residuales y los fertilizantes al llegar a los océanos generan exceso de nutrientes provocando la eutrofización. El cambio climático ha causado el blanqueamiento de los corales y la acidificación de los océanos destruye los arrecifes. Por otra parte, especies invasoras como el pez león puede reducir la densidad de peces jóvenes en los arrecifes en un 79%. Los ecosistemas arrecifales de Limón, Cahuita y Gandoca-Manzanillo tiene tasas de mortalidad del 80%.[24]

Con el objetivo de promover modelos de producción pesquera sostenible, en Costa...

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