La masacre de Monteverde: un trauma de ocho años

Han pasado ocho años y pico, pero Nancy Ramírez todavía camina intranquila por la calle. Todavía ve sombras falsas en la noche. Todavía llora y repasa en episodios de insomnio aquellas 22 horas en que estuvo secuestrada en el asalto al Banco Nacional en Monteverde, el día de su cumpleaños número 29.Todavía tiembla cuando piensa en Rosa, su amiga que la acompañó en una parte del secuestro hasta que fue asesinada. Todavía se asusta. Todavía se enoja. Todavía se entristece y todavía cree que pasa peligro de muerte cada vez que topa con un alboroto callejero. Todavía recuerda cuando el secuestrador le pidió escupirle las heridas creyendo que la saliva de las embarazadas ayuda a sanar. Todavía cree que su casa, en Santa Elena de Monteverde, es el único lugar seguro en el mundo.Los todavía abundan en la vida de esta mujer de 37 años. Incluso en la de su hija, Catalina, quien quizá oyó desde el vientre de su mamá las amenazas de uno de los asaltantes, de usar a la mujer embarazada como escudo humano en aquel inolvidable 8 de marzo del 2005. Murieron cinco rehenes, un policía y tres asaltantes.Nancy Ramírez, quien todavía trabaja en el Banco Nacional de Monteverde, todavía recibe atención psicológica y no cree que llegue el momento en que pueda decir 'ya estoy bien'. Es como si aquel secuestro le hubiera amputado los brazos que sirven para manejar las emociones. 'Yo siento que mi cerebro quedó muy sensible a cualquier cosa. Ahora soy una persona muy débil, demasiado sensible a cualquier cosa que pase', dice en medio de un desorden de ideas sobre aquella jornada, sobre su parto un mes después y sobre cosas que han ocurrido en estos años.Nancy solía salir a bailar en los pocos lugares que entonces ofrecía Santa Elena de Monteverde. Si se iba a visitar a su familia en Nicoya, se quedaba disfrutando el ambiente de fines de semana en esta comunidad turística. Algún chispero en un salón o un conato de pelea al calor de los tragos eran apenas anécdotas ocasionales en los lugares adonde iba.Tensión. Ahora un par de gritos y cualquier pequeño alboroto son motivo del estrés más incontrolable. En realidad no es de ahora, es desde aquel 8 de marzo en que estuvo amenazada por unos tipos armados con ametralladoras y rogando para que, si le dispararan, las balas le entraran por cualquier parte del cuerpo menos por el vientre donde estaba Catalina.Hace un par de años venía en un autobús hacia Monteverde cuando alguien se subió y quiso asaltar al chofer. No pasó a más, pero a ella...

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