Los nuevos malestares de la globalización

JosephStiglitz

N ueva York. Hace quince años escribí un pequeño libro tituladoEl malestar en la globalización, que describía la creciente oposición en el mundo en desarrollo a las reformas globalizadoras. Era algo muy misterioso: a las personas en los países en desarrollo se les había dicho que la globalización aumentaría el bienestar general. Si ese era el caso, ¿por qué tantas personas se tornaron hostiles a la globalización?

En la actualidad, a dichos opositores a la globalización en los mercados emergentes y los países en desarrollo se les han unido decenas de millones de personas en los países avanzados. Las encuestas de opinión, incluyendo un cuidadoso estudio realizado por Stanley Greenberg y sus asociados para el Instituto Roosevelt, muestran que el comercio es una de las principales fuentes de malestar para un gran porcentaje de estadounidenses. Puntos de vista similares se hacen también patentes en Europa.

LEA: El 'Brexit' o el fiasco de la globalización.

¿Cómo puede ser tan vilipendiado algo que nuestros líderes políticos -y muchos economistas- dijeron haría que todos estemos mejor?

Una de las respuestas que ocasionalmente se escucha emitir a los economistas neoliberales que abogaron por dichas políticas es que las personas están mejor. Simplemente, ellas no lo saben. Su malestar es un tema a ser tratado por siquiatras, no por economistas.

Sin embargo, los datos de ingresos sugieren que son los economistas neoliberales son quienes podrían beneficiarse de la terapia siquiátrica. Grandes segmentos de la población en los países avanzados no están bien: en EE. UU., el 90% inferior en la distribución de ingresos ha sufrido de estancamiento de ingresos durante un tercio de siglo. El promedio de los ingresos entre trabajadores a tiempo completo es en realidad más bajo en términos reales (ajustados a la inflación) del que se tuvo hace 42 años. Y, en la parte más baja de dicha distribución de ingresos, los salarios reales se asemejan a los niveles salariales que se tenían hace 60 años.

Los efectos del dolor y la dislocación económica que muchos estadounidenses están experimentando, incluso, se muestra en las estadísticas de salud. Por ejemplo, los economistas Anne Case y Angus Deaton, ganadores del premio Nobel de este año, han demostrado que la esperanza de vida entre los segmentos de estadounidenses de raza blanca está disminuyendo.

Las cosas están un poco mejor en Europa, pero solo un poco mejor.

LEA: La caída del crecimiento global.

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