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La Sele ha puesto a prueba el estado del corazón de quienes la amamos, con producciones tan patéticas como preocupantes que ameritan una reflexión que quizá duela y moleste a algunos.Una cosa es la transición lógica a la espera del comienzo del nuevo ciclo a cargo de Gustavo Matosas, y, otra, estos papelones repetidos sin importar si el rival se llama México B o Colombia A.El desmoronamiento es de tal magnitud que reconvirtió en cuestión de semanas al propio Rónald González, quien pasó de condicionar las preguntas que debían hacerle los periodistas en su estreno como interino a lamentar su escasa fortuna por convertirse en el heraldo de las derrotas.El destino lo redujo a una suerte de ave de paso, que hipotecó su prestigio en aras de nada porque este pasaje efímero no contribuyó a mostrar ni dejar nombres para el relevo.Como ya se institucionalizó en el periodo de Rodolfo Villalobos aquí no hay análisis ni prospección, pues las respuestas a este descalabro nacieron en el ciclo anterior y no pasó nada ni se sentaron responsables. Se corrió a traer a Matosas para desviar la atención.Estas presentaciones de la Sele solo han servido para prolongar el pésimo año de un equipo que cada vez juega peor y muestra el estado decadente e impresentable de futbolistas que antes fueron figuras, pero ya dejaron de serlo.Duele ver a Bryan en este presente...

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