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Todos los aficionados al fútbol alojamos a un McConnor en algún rincón de la mente. Puede hospedarse, u ocultarse, en la habitación de los pensamientos, el ático de la imaginación, la bodega del ingenio, el cielorraso de las ideas o en el oscuro y hermético sótano de todo lo que callamos.No importa dónde se encuentre. Tarde o temprano, decide abandonar su escondite, sacudirse el polvo y las telarañas, eliminar el olor a moho y manifestarse, ponerse en evidencia.¿Cómo podemos estar seguros de que se trata de McConnor? Muy fácil: cuando actuamos como fanáticos que, lejos de ser críticos con nuestros equipos de fútbol en días de derrotas, sean nacionales o internacionales, nos enfrascamos en buscar chivos expiatorios en los cuales descargar todas las culpas y responsabilidades.Así se comporta uno de los personajes literarios del libro Novela de ajedrez , del escritor austríaco Stefan Zweig (1881-1942): un ingeniero escocés de minas que amasó una enorme fortuna explotando pozos petroleros en California, Estados Unidos.En efecto, se llama McConnor, al menos así se le identifica en este relato escrito en 1941, la última de las obras de ese prolífico autor; tenía el rostro rojizo debido a las generosas cantidades de whisky que bebía.Se trata de un aficionado al...

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