Paté no debe renunciar (todavía)

En la sección que dirijo se vale disentir, refutar, discutir, más aún en espacios de opinión, cuya libertad enriquece el análisis y encarna el "de todo hay en la viña del Señor". Se vale el "Wálter Centeno debe irse" de Jacques Sagot, un morado confeso, hasta el tuétano, escritor y pianista, romántico del fútbol que no encuentra arte en el Saprissa del Paté, ese pasabola que un día lleva a la gloria y el otro, al infierno.Aún así, Centeno no debe irse. No todavía. No en la jornada 3, con el pendiente regreso de Mariano Torres, Johan Venegas y Christian Bolaños a la vuelta de la esquina. No tan pronto, después de contrataciones hechas a imagen y semejanza del técnico, arriesgada apuesta que, acertada o no, nadie tira a la basura así no más. Sería la mayor muestra de desorientación que un club puede dar. Centeno, soñador, idealista, con la misma testarudez de los rebeldes con causa, sabe cómo va a perder, lo presiente, lo pronostica y va hacia ella —la derrota— como quien no tiene más remedio, como si fuera el destino. Pierde y se va golpeado, aunque apostaría que en medio de los cuernos y los palos, bajo los moretes y magulladuras, atesora la ilusión de tener claro qué pasó: es solo corregir esto, depurar lo otro, agrandar ante el pelotazo rival (en juegos como ante Santos) o sincronizar mejor en salida (en juegos que usted ya ha visto, con pérdidas de balón a 20 metros del marco propio).Va a mejorar. ¿Lo suficiente? Quién puede saberlo.Si Centeno tan solo entendiera la diferencia entre ir a muerte con un sistema de juego y enterrarse con él...El manual "Cómo vencer al Saprissa del Paté" contiene dos grandes capítulos: El contraataque (Capítulo I) y La presión en salida (Capítulo II). Johnny Chaves escribió el primero, con goleadas de 5 a 3 y 4 a 0 en los dos últimos duelos en Guápiles, para nada casuales, llenos de contraataques ante un equipo que, sin zagueros veloces, ni todos tan curtidos como Michael Barrantes, ni destacados ante los balones aéreos, saca a sus guardianes hasta los línderos del mediocampo, dejando una vasta llanura descubierta a sus espaldas. Lo peor no es que...

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