RACIONALIDAD CAPITALISTA Y PRINCIPIO ECON

AutorSoto, Sergio Reuben
Páginas57(14)

CAPITALIST RACIONALITY AND ECONOMIC PRINCIPLE

I. INTRODUCCIÓN

El ejercicio de la razón consiste en aplicar nuestros conocimientos generales para guiar nuestras acciones; tanto para la escogencia y el uso de los medios a nuestro alcance como la escogencia de los fines que queremos conseguir con ellos.

En esta reflexión, nuestro objetivo es someter a escrutinio el concepto de "racionalidad económica", como ejercicio de la razón en las acciones destinadas a obtener con el fruto de nuestro trabajo, los frutos del trabajo correspondiente de los otros integrantes de la sociedad, para la supervivencia propia y colectiva.

Conforme avanzamos en esta investigación tomamos conciencia de que la razón está fundada en un conjunto de valores y principios que dan validez, como decisiones correctas, a nuestras acciones fundadas en esa razón. Así, la toma de nuestras decisiones que tienen que ver con el uso de nuestro trabajo y recursos para la producción de bienes y servicios para la subsistencia, se cimienta en un conjunto de normas y valores que conforman un "principio económico" como el fundamento de una racionalidad económica.

Para darle asiento epistemológico a este examen vimos conveniente recurrir al desarrollo teórico sobre la razón que ha propuesto Habermas.

La razón instrumental

En nuestro tiempo, le debemos a Horkheimer (1973), a Adorno, y posteriormente a Habermas (1986) el haber cuestionado y tematizado el concepto de razón, y haber sabido distinguir entre dos momentos distintos en ese proceso de racionalización, que definen dos racionalidades distintas, válidas o verdaderas "según propuestas verificables" en el caso de la razón instrumental, o de "normas con pretensiones de validez" en el otro caso de la razón comunicativa (Habermas, 1986, p. 23).

Así, el debate sobre la racionalidad de la acción colectiva se ha orientado hacia la necesidad de distinguir dos racionalidades distintas, la racionalidad instrumental y la racionalidad comunicativa. Dos maneras de actuar racionalmente dependiendo del conjunto de normas o supuestos que las guían.

La primera tiene que ver con el uso de los instrumentos para la supervivencia material, la segunda con el uso de los medios y las relaciones sociales que hacen posible la supervivencia cultural e institucional y colectiva (Habermas, 1986, p. 25). Obviamente no son totalmente independientes, la una depende de la otra, pero pueden albergar contradicciones entre ellas (2). De hecho, mucho de la dinámica y del cambio social se explica por la confrontación entre las acciones sociales y personales encontradas entre sí, guiadas por estas dos razones. La cohesión o la capacidad de autogobierno del sistema consisten en la armonización de esas dos racionalidades.

Para Habermas (1986), la racionalidad instrumental es la que guía las acciones en el segmento exterior del sistema social, que está constituido por las relaciones con la naturaleza, y aclara:

La naturaleza exterior es apropiada [por la sociedad] mediante los procesos de producción, [...]. Los procesos de producción aprovechan recursos naturales y transforman las energías disponibles en valores de uso (p. 24). Y final-mente expresa: Los sistema de sociedad pueden mantenerse frente a la naturaleza exterior mediante acciones instrumentales (siguiendo reglas técnicas) y, frente a la naturaleza interior, mediante acciones comunicativas (siguiendo normas de validez) (p. 25). Una primera conclusión, entonces, es que la racionalidad instrumental y la racionalidad comunicativa son construidas sobre la base del nivel existente de las fuerzas productivas (desarrollo técnico-científico) y de las condiciones de su ordenamiento interior (medios de cohesión social, cultura e instituciones). Esto nos obliga a entender que estas formas de justificar y racionalizar nuestras acciones sociales tienen vida histórica; es decir, están asociadas a momentos históricos determinados.

El principio "económico"

El principio económico radica en alcanzar la mayor satisfacción con el menor esfuerzo. También conocido como el principio del menor esfuerzo (puede verse Mankiw, 2008, p. 31). En el marco de las sociedades más complejas, este principio consiste en alcanzar el mayor grado de satisfacción social con el menor uso de recursos escasos (entre ellos, el trabajo, como esfuerzo humano físico e intelectual destinado a alcanzar un fin).

El origen etimológico de la palabra economía, Oikonomos hace referencia al manejo del hogar (Oikòs, casa y Nomòs, entregar, distribuir). Tiene que ver con la toma de decisiones que deben destinarse para organizar el funcionamiento de una familia o casa. Implica la existencia de un conjunto de propuestas verificadas o verificables que constituyen una razón, que debe aplicarse a la hora de tomar esas decisiones que pretenden alcanzar el principio económico. Está claro que para los griegos antiguos, la razón que aplicaron era sustancialmente distinta a la que utiliza un ama de casa en la actualidad: como no habían mercados constituidos como los de ahora y la mayor parte de los recursos venían del trabajo esclavo, de la guerra y el pillaje, y las relaciones familiares y sociales, sus miembros y jerarquías eran totalmente distintas, la razón aplicada para gestionar la Oikòs griega difería ciertamente de la razón que hoy usamos; pero las dos buscan alcanzar el principio económico.

Vamos a denominar esa razón como la razón económica, constituida así, por el conjunto de valores y supuestos que guían la toma de decisiones vinculadas con el uso de las opciones instrumentales y comunicativas en la producción, en el intercambio de bienes y servicios y en la distribución del producto social, de manera de alcanzar con ellas una combinación óptima de tiempo, trabajo y recursos escasos, para lograr un resultado que mejor satisfaga las necesidades personales, en el caso de la acción individual, y de la colectividad en el caso de la acción colectiva.

La aplicación concreta de esta razón en nuestras acciones será entonces la racionalidad económica cuyo resultado logra un uso económico de los recursos disponibles. Si miramos con visión social el aserto, queda claro que para obtener el resultado y los recursos para alcanzarlo está únicamente el trabajo colectivo de por medio..., y de ahí la referencia obligada al menor esfuerzo.

También quedará claro entonces que dependiendo de la calidad del trabajo y de los recursos y condiciones para alcanzar el resultado deseado, la racionalidad aplicada a la producción y al intercambio debe variar como ya lo ilustrábamos con el caso de la Grecia Antigua; la búsqueda del principio económico se mantiene, pero la forma de alcanzarlo varía según las condiciones históricas existentes en cada sociedad.

No vamos a entrar a discutir en este momento la crítica válida que se ha venido haciendo al supuesto de racionalidad de la acción humana, tanto productiva-comercial, como cualquier otra que implique su fundamentación en principios objetivos verificables. Justamente, nuestra referencia a Habermas pone en entredicho la supuesta capacidad del ser humano de actuar estrictamente en función de una razón instrumental, mientras existe como parte de su vida social una razón comunicativa socialmente válida. Con esta discusión pretendemos señalar que las acciones, sean cuales fueren, fundadas en una racionalidad económica, deben orientar a la actividad social hacia el logro del principio económico.

Tenemos que llamar la atención, en este momento, sobre la interrelación que existe, como toda acción colectiva supone, entre ambas racionalidades; de manera que debemos reconocer los efectos que una puede tener sobre la otra y, en determinadas condiciones históricas, la sobredeterminación de la racionalidad instrumental sobre la racionalidad comunicativa y viceversa. Pero la determinación de una racionalidad sobre la otra debiera obedecer a ensayos de combinaciones entre ellas (llevados a cabo en el marco de la lucha entre las clases y grupos en pugna), buscando una mayor capacidad del sistema de satisfacer debidamente las necesidades sociales.

En un artículo publicado en la revista Economía Coyuntural, tratamos de explicar el proceso histórico mediante el cual las acciones conducentes a la producción y al intercambio en el marco de las relaciones precapitalistas siguen un proceso en el que van siendo substituidas por las que buscan la acumulación de capital. ¡Cómo estas acciones individuales y colectivas tienen como meta principal lograr un plus valor por encima del costo que tiene su mercancía o servicio y su esfuerzo, para apropiárselo y acumularlo! Así, la valorización y la acumulación del capital se articulan en el intercambio y producción de bienes y servicios, y comienzan a armonizar la dinámica de los mercados (Reuben, 2019).

Visto desde el punto de vista que hemos levantado aquí, esa discusión lo que plantea no es otra cosa que la mutación de una racionalidad basada en un conjunto de condiciones técnicas y sociales a otra racionalidad basada en otro conjunto de condiciones técnicas y sociales, mientras se busca alcanzar el principio económico.

Con la consolidación del capital como relación dominante de la actividad económica, para alcanzar resultados acordes con el principio económico hay que aplicar la nueva racionalidad del capital. Por eso en los textos de fundamentos de economía uno puede encontrar lo siguiente:

Conforme estudias Economía, encontrarás firmas que deciden cuántos trabajadores contratar y cuánto producto producir y vender para maximizar su ganancia. También encontrarás individuos que deciden cuánto tiempo gastar trabajando y cuántos bienes y servicios comprar con su ingreso para alcanzar el más alto nivel de satisfacción." (Mankiw, 2008, p. 31) (3).

La racionalidad capitalista y el principio económico

Como vimos al principio, cuando las relaciones capitalistas logran dominar las decisiones que determinan la actividad de producción e intercambio de mercancías, inauguran una época de...

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