De repente todos son uno

José David Guevara

Juan no conoce a Carlos, no sabe cómo se llama, dónde vive, cuántos años tiene.

Carlos lo ignora todo acerca de Rubén: estado civil, profesión, nombres de los padres.

Rubén no tiene la menor idea respecto a Carmen, qué le gusta o disgusta, cuáles son sus sueños y cuál es su pasatiempo favorito.

Carmen nunca antes había visto a Sergio; por lo tanto, no tiene la menor sospecha sobre su carácter, sentido del humor o los hechos que más lo enojan.

Sergio, a su vez, no es pariente, amigo ni compañero de trabajo de Ana, de allí que no tiene por qué saber que su segundo nombre es Luisa; su primer apellido, Monge; y el segundo, Carmona.

A Ana Luisa le resulta familiar la cara de Antonio, pero en realidad es la primera vez que lo ve -lo confunde con un antiguo novio de una prima-; se sorprendería si él le contara que trabaja en la morgue de un hospital, se ha casado cuatro veces y tiene 11 hijos.

Antonio ni siquiera ha reparado en Diego; reiría a carcajadas si se diera cuenta que viven en la misma cuadra, frecuentan el mismo bar y, además, ambos están enamorados de Roxana, la hija del carnicero.

Diego mira de reojo a su vecina, Rebeca, quien se encuentra con sus hermanas Carolina y Valeria; desea romper el hielo, conversar con ella, preguntarle cuál es el equipo de sus amores, si asiste al estadio con frecuencia y -interrogante cajonera- por qué razón las tres son tan lindas.

Rebeca se encuentra a la par de Pablo; le haría...

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