La virtud de no aflojar jamás fue la lección de los actores

Alajuela. Afirmar que el clásico del futbol es una historia aparte, suena a verdad de Perogrullo.Mas, verdad al fin, sirva esta expresión trillada para destacar el fervor trepidante con que rojinegros y morados validaron ayer, una vez más, la estirpe de los inclaudicables.¡Qué gran partido! Si usted amaneció feliz por el triunfo morado o triste por el traspié erizo, ambos estados de ánimo no van más allá de las veleidades de un deporte que, como pocos, crea dioses en las victorias o suelta mil demonios tras cada derrota.Lo cierto, lo trascendente de este nuevo capítulo entre Alajuelense y Saprissa, radica en que el clásico fue un duelo intenso, que se disputó de principio a fin, un careo de poder a poder en el que, cada cuál con su estilo, los grandes exponentes del futbol nacional desplegaron de pulmón a pulmón sobre el césped artificial del Morera Soto, las bondades de sus repertorios. Y, lo mejor, no cedieron ni un ápice en una lucha de poder a poder sobre la alfombra esmeralda con zacate artificial del estadio Morera Soto.Si Saprissa...

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