El código del pachuco

En nuestro corral futbolístico, algunos técnicos -gallos hegemónicos- han perdido toda noción de caballerosidad. Pierden 2-0, y aun así sacan pecho y corren a afirmar, altivos, desafiantes: 'No fueron superiores a nosotros'. Con frecuencia añaden: 'en ningún momento fueron superiores a nosotros'. Bueno, señores, resulta evidente que por lo menos en dos momentos muy concretos del encuentro sí fueron superiores: cuando les encajaron ambos tantos.

Llamativo contraste, con la actitud que percibo en el futbol femenino. Ahí el código de la 'damidad' sí es observado. Pero en las ligas masculinas, el protocolo de la caballerosidad ha sido sustituido por el de la pachuquidad. ¿Qué les cuesta, por las heridas de Cristo, admitir que el rival fue superior, y proceder a felicitarlo?

Cuando Fischer vence a Spassky en la sétima partida del match de 1972, el soviético fue el primero en ponerse de pie y aplaudir a su némesis. La victoria del cometa estadounidense fue tan fulgurante que su rival estrechó su mano y pidió a la audiencia que lo ovacionara.

El Brasil de Zagallo es apabullado 3-0 en la final de 1998 contra Francia. El viejo 'lobo' declara: 'Vinimos a Francia a llevarnos sobre los hombros el Arco de Triunfo, pero con este triunfo, los 'bleus' han probado que el monumento se queda definitivamente en París'.

Helmut Schön, derrotado por Alf Ramsey en Wembley, en la final Inglaterra-Alemania de 1966, se precipita hacia su colega, y le dice: '¿Cómo hizo usted para formar un equipo así?¿De qué planeta vienen sus jugadores?'.

Más parco y lacónico, el adorable...

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