Albin Picado Steller: 'La cárcel no rehabilita a nadie; yo decidí cambiar'

Veintidós años atrás, Albin Picado Steller era conocido como el terror nacional: robaba carros, entrenaba ladrones y mató a un policía. Hoy, con una camisa roja que lleva impresa el mensaje 'Fui capturado por Cristo', él recibe a quien visita su casa, ubicada en San Josecito de Alajuelita, San José.

Este hombre, de 40 años, dice haber encontrado la paz gracias a la religión y haber dejado atrás un pasado, que no lo avergüenza.

Albin Picado Steller fue el delincuente más buscado por las autoridades en los años noventa, por ser el líder de una violenta banda de robacarros. Desde hace seis años, es pastor en su iglesia Visión de Dios Internacional, en Alajuelita.

En total, él fue condenado a 154 años de cárcel, en 1996, por los delitos de homicidio, robo de autos, asaltos y estafas. Sin embargo, en aquel momento, el Código Penal establecía que la pena máxima era de 25 años.

Picado descontó 14 de esos años en el centro penitenciario La Reforma, en Alajuela. En el 2009, obtuvo un beneficio de libertad condicional y, desde fecha, dice, su vida cambió, solo porque él lo decidió.

'Mi pasado no me avergüenza. Estoy arrepentido de lo que hice, pero ya pagué por ello. Estando en la cárcel, yo decidí ser otra persona y eso hice. La cárcel no rehabilita a nadie; yo decidí cambiar', aseguró Picado.

Su renacer. 'Me atrapan el 18 de enero de 1995. Tres días antes habían atrapado a uno de los hombres más importantes de mi organización. Él negocia con la Policía para entregarme, pero no lo hizo por traicionarme, sino porque, si lo hacía, evitaba que me mataran en otro enfrentamiento', recordó.

Albin Picado fue llevado, primero, al centro penal de San Sebastián, en San José. Según contó, en esas celdas estaba un amigo, quien pasó de ser un delincuente peligroso a un fiel religioso y quien intentó, sin éxito, introducirlo en la vida cristiana.

'El que había matado a un oficial y el que había retado a Policía había caído. Lo que nadie sabía era que yo no le tenía miedo a la cárcel.

'Yo tenía una banda muy organizada, pero el tico tiene miedo de jalar el gatillo. Los ticos somos muy lindos, pero yo quería que mi grupo pasara a otro nivel, en donde asaltáramos lugares donde hubiera más plata.

'Traje a dos hombres de Panamá, que eran tremendos, para que nos entrenaran; uno de ellos fue al que me encontré en San Sebastián. Pasan ocho meses y empiezan mis juicios. Él me dijo que quería orar por mí y lo hizo'.

'Al día siguiente me buscó, me sentó en una banca de...

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