Años flacos de la política occidental

Mohamed A. El-Erian

N ueva York. Desde mi adolescencia, me han fascinado las permutaciones e intrigas de la política nacional. Hoy en día, mi interés se centra en tendencias políticas más amplias que también pueden ayudar a explicar cuestiones económicas globales.

Una de esas tendencias es la fragmentación y polarización política de las democracias occidentales. Movimientos extremistas, algunos dentro de las estructuras políticas establecidas, y otros que buscan crear nuevas, están aplicando presiones a los partidos tradicionales, lo que les dificulta movilizar a sus electores y en ocasiones, verdaderamente, les perjudica. Los partidos viejos, preocupados por no dar una impresión de debilidad, se han vuelto reacios a cooperar con sus opositores.

La consiguiente negativa a trabajar juntos en los principales problemas de la actualidad ha tenido un impacto importante en la política económica. El diseño de las políticas, que solían formularse en el centro político, donde se han posicionado las democracias occidentales desde hace mucho, se está conformando cada vez más por las obstinadas fuerzas de extrema derecha e izquierda.

Debe decirse que este enfoque ha dado resultados a veces buenos y a veces malos. Pero el resultado general ha sido una parálisis de las políticas que ha causado problemas incluso en los elementos más básicos de la gobernanza económica (como aprobar activamente un presupuesto en los Estados Unidos).

Sobra decir que cuantos más desafíos de gobernanza y política haya a nivel interno, más difícil se vuelve la cooperación regional y global.

El Tea Party de los Estados Unidos es un buen ejemplo. Tras el éxito que tuvo a nivel nacional en las elecciones legislativas intermedias de 2010, muchos parlamentarios republicanos se preocuparon tanto por asegurar su 'base' partidaria para sus próximas reelecciones que ya no quisieron participar en los esfuerzos de cooperación bipartidista que son la base del diseño de políticas económicas efectivas.

No obstante, ese no fue el único impacto del Tea Party. Al contribuir al cierre de las operaciones del Gobierno Federal y plantear en repetidas ocasiones la amenaza de una quiebra técnica, puso en riesgo la recuperación ya de por sí débil de la economía estadounidense. Si bien el movimiento ha evolucionado y ya no es la amenaza que era para la economía estadounidense, sigue contribuyendo a la parálisis política general.

Europa parece estar yendo en la misma dirección. Varios partidos no...

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