Así es el mundo, Keylor

Hay una excelencia, una virtud del alma que se llama dignidad. Es elusiva a la definición conceptual. No es orgullo, no es vanidad, no es arrogancia. Más se asemeja al autorrespeto. Una vida sin dignidad es la definición misma de la miseria moral. Por dignidad, Keylor debe irse lo antes posible del Real Madrid. A pesar de sus incontables proezas y de haber jugado con las vísceras, la sangre, el corazón y los huesos, Florentino Pérez nunca lo quiso. No me interesa averiguar por qué. Él sabrá qué sórdidas, retorcidas razones lo llevaron a malquerer a tal punto a nuestro portero. Zidane, otrora aliado de Keylor, se convirtió en un plato de babas y terminó inclinándose ante la voluntad de los jerarcas —manera donosa de aludir a una manga de burócratas glorificados—. Por otra parte, su decisión de conservar a su hijo Lucas y echar a Keylor representa un caso apestoso y reprensible de nepotismo. El nepotismo no solo se da en la esfera política: es una aberración que afecta a cualquier estructura vertical de poder (la milicia, la iglesia, una cancillería, un equipo de fútbol). Es obsceno, que Zidane corriera a proteger a su hijito Lucas, y dejara salir a Keylor. Inelegante, carente de clase, obsceno gesto de su parte. Como...

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