Así se vive el fenómeno Michael Phelps en Río

Río de Janeiro. Si estos días ha hecho frío en Río de Janeiro, por las noches se siente un hielo que cala en los huesos. Pero la energía que emana el Estadio Acuático, en el Parque Olímpico, es única, al punto de que ahí no hay quien no entre en calor.

El fenómeno de Michael Phelps va más allá de la cantidad de oros que colecciona el nadador más grande de la historia del deporte.

Verlo en acción es uno de los grandes atractivos de los Juegos Olímpicos. No importa cuán cara esté la entrada, o las horas que haya que hacer fila para ingresar a ese coliseo.

Cuando ganó la presea número 22, la noche del pasado jueves, se corroboró que es uno de los grandes atractivos de las justas, que sin duda quedarán marcadas porque en ellas el estadounidense dejará un legado imborrable.

Mientras que el público aplaude por otras semifinales y finales, el Tiburón de Baltimore, quien tiene 31 años, se mete a la piscina de calentamiento.

Le gusta concentrarse y no hablar con nadie. Cuando llega su turno, aparece envuelto en un paño y con audífonos.

Últimamente escucha música country , unas tres melodías que lo tienen inspirado y que le ayudan a no bajarse del cajón más alto del podio.

Lo proyectan en la pantalla y, entonces, el estadio enloquece.

Cuando se anuncia que el evento que sigue es el de 200 metros combinado, esta piscina toma un matiz muy diferente. Ahí se respira natación y solamente se habla de él, porque en realidad es a quien todos quieren ver.

En esa gran final, venía un pulso apetecido con su compañero y rival Ryan Lochte y con el brasileño Thiago Pereira.

Se hace un...

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