Cultura y arte hechos figura

Los ojos de Ólger Villegas conciben arte. Conversar con él implica enrumbarse en un viaje a través de formas y colores, y por qué no, de la sensibilidad y la expresión de una cultura hecha figura en sus manos.Despacito, como se disfrutan las mejores cosas de la vida, el escultor se convierte en el guía de un tour que inicia con fotografías que recopilan sus obras. Cada pieza, cada escultura llega a su memoria como un chispazo que le roba una sonrisa y una descripción paternal.Contrario a lo que uno podría pensar, en este recorrido artístico no todo versa sobre el arte de esculpir. Ganar el principal reconocimiento que otorga el Estado en arte o ciencia por su trabajo como escultor, es solo un ingrediente. Su amor por la música y la poesía complementan un espíritu libre que se escapaba en recorridos melancólicos hacia su pasado.Publicó un libro de poesía, grabó varios discos pero no de forma profesional, y cuando le pregunto qué se le ha quedado sin hacer, asegura que ¡muchas cosas!¿Cómo cuáles don Ólger? 'Quiero hacer figuras para sitios públicos, esculturas que la gente se complazca en observar, que llamen la atención con temas cotidianos. En Costa Rica hace falta la escultura pública'.El artista se pone de pie. Me pide que los disculpe y regresa con su libro de poesías Mi otro sendero. Aprovecha para leer un poema, luego otro y otro en un intento por armar un rompecabezas de recuerdos, alegrías, abrazos, desamor y soledad.A ese rompecabezas llega la mujer que sentenció su destino, su maestra de kínder. 'Usted negrito tiene que ser escultor', le dijo. Su mentora resumió en una frase más de seis décadas entre gubias y martillos. Y cómo no sentenciarlo, si desde niño sus juegos se relacionaron con el arte: buscaba materiales en aserraderos y le gustaba pintar en el cuarto que una de sus familiares acondicionó para él.Se une además la pasión, pieza vital en una historia que no ha sido fácil, sin embargo, su espíritu emprendedor, su forma de ver la vida y su corazón atento al aprendizaje en los momentos dolorosos, ganan espacio en la memoria del artista.La ausencia de su padre a una corta edad, el amor incondicional de su madre, sus vivencias en su natal San Ramón y sus experiencias en México cuando ingresó en La Academia La Esmeralda (donde impartía lecciones Diego Rivera) se sumergen una y otra vez en sus pensamientos. Él reposa un rato la mirada, y luego sonríe victorioso.'Fue una época muy dura. Cuando hago un recuento veo cosas tristes y negras y creo...

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