DECLARACIÓN DE JOSEFA MATILDE ROJAS CASTRO COMO BENEMÉRITA DE LA PATRIA

Fecha de publicación02 Febrero 2022
Número de registroIN2022619692
EmisorPoder Legislativo

DECLARACIÓN DE JOSEFA MATILDE ROJAS CASTRO

COMO BENEMÉRITA DE LA PATRIA

Expediente N° 22.883

ASAMBLEA LEGISLATIVA:

Josefa Matilde Rojas Castro, nacida en Heredia el 30 de marzo de 1897 y fallecida en San José el 27 de mayo de 1995, fue una enfermera y amiga de la comunidad Barveña e Isidreña, que con su sabiduría y altruismo trajo al mundo a cientos de niñas y niños.

Fue una ciudadana que tuvo una trayectoria ejemplar de 30 años en el campo de la obstetrología y enfermería, lo cual es reconocido ampliamente en los cantones donde laboró. Por su dedicación y aportes a la salud de cientos de familias heredianas, resulta pertinente brindar honores a quien trabajó en procura de una mejor calidad de vida para todos y todas.

La Constitución Política de la República de Costa Rica en el artículo 121, inciso 16 concede a la Asamblea Legislativa la atribución de decretar honores a la memoria de las personas cuyas actuaciones eminentes las hubieran hecho acreedoras a esas distinciones. El Benemeritazgo de la Patria es el mayor homenaje que rinde el Poder Legislativo a las personas que han dado importantes aportes a la salud costarricense.

Por tanto, su nombre debe ser considerado por la Asamblea Legislativa con el fin de reconocerle con el honor de Benemérita de la Patria.

Biografía[1]

Josefa Matilde Rojas Castro nació en Heredia en 1897 y se crió en San Josecito de San Rafael de Heredia. Fue hija de la sanrafaeleña Juana Castro, quien contrajo matrimonio con Eulalio Rojas, un sombrerero reconocido de la zona y agricultor. El primero de abril de 1987 fue bautizada en La Inmaculada en el cantón central. Tuvo una infancia marcada por la enfermedad de su madre que le obligó a pasar mucho tiempo en hospitales, tema del que siempre guardó discrecionalidad.

Cuando Juana Castro muere, su padre contrae segundas nupcias con Ana Vargas, esto causó que su hermana mayor María se encargara de la crianza. Conforme sus tres hermanos y sus dos hermanas entran a la adultez, se dispersan a lo largo del territorio nacional.

Inició sus estudios primarios en la escuela pública de su distrito, San Josecito, en donde se graduó exitosamente. Inició a trabajar en el Hospital de Heredia como ayudante de pacientes a muy temprana edad, motivada por el trabajo observado por el personal de salud que atendió la enfermedad de su madre. Rápidamente los médicos y demás personal de salud pusieron su atención sobre ella por su gran dedicación y habilidad. Sus compañeras y compañeros de trabajo pronto se convertirían en amigos y amigas cercanas que impulsaron su carrera profesional, dándole referencias al Hospital San Juan de Dios donde empezaría a trabajar junto al doctor Rafael Ángel Calderón Guardia. Sus allegados mencionan que ella viajaba de Heredia a San José centro todos los días a pie, su entrega a su trabajo era total.

Por la coyuntura de su hogar, decidió contraer matrimonio a la edad de 25 años y el 6 de mayo de 1922 se casó con el herediano José Chávez en una gran celebración en la parroquia del centro de la provincia. Trasladó su domicilio al vecindario de Fátima en Heredia. Tuvo cinco hijos: Danilo, Rodrigo, Miguel, Teresa y Rosemary.

Luego de su casamiento, por insistencia de sus compañeros y compañeras del Hospital San Juan de Dios, inició oficialmente su educación en enfermería en un curso preparatorio que otorgaba la Universidad de Costa Rica.

Entre el peso económico del mantenimiento de su familia, sus largas jornadas laborales y su tiempo de estudio, las relaciones con su esposo e hijos se fueron debilitando. Josefa se separó de José Chávez y sus hijas e hijos tuvieron que vivir con su ex esposo o con distintos familiares. Ella por su parte dedicaba todo su tiempo a su vida profesional al punto que por temporadas dormía en el hospital.

A finales de la década de los 30 e inicios de los 40, empezó a trabajar en San Isidro de Heredia y los pueblos aledaños. Tuvo gran cercanía con la comunidad y la dedicación en su trabajo nunca limitó horarios ni distancias. Viajaba en caballo todos los días con los esposos de las embarazadas tanto de día como de noche y madrugada, sin importar los peligros, siempre estuvo al servicio de los san isidreños. Era una mujer valiente e independiente.

El 6 de marzo de 1947 el Colegio de Médicos y Cirujanos junto con El Hospital San Juan de Dios certificaron como obstétrica a Josefa Rojas por la aprobación del curso teórico práctico de enseñanza obstétrica dado por la Escuela de Enfermería. Es de gran importancia mencionar que fue una de las primeras mujeres en obtener este título y tuvo que luchar en contra de posiciones patriarcales que rechazaban la legitimación de sus funciones por considerar que eranterreno exclusivamente masculino”.

Al poco tiempo, el Hospital de Grecia le ofreció la Jefatura del sector de enfermería y destacó por su inteligencia y sus muy acertados diagnósticos. Josefa no sólo estaba creciendo profesionalmente, sino que se apasionaba con la comunidad y entregaba horas extra de trabajo. En esta ciudad alajuelense, Chepita atendió un parto de alto riesgo en donde la madre murió dejando huérfana a una niña, ante la terrible situación de la bebé decidió adoptarla y nombrarla Rosemary.

Al extrañar su provincia, se trasladó al Hospital de Heredia donde también laboró como jefa de enfermería. A finales de esta misma década e inicios de los 50, el sector de salud de Heredia envía a Josefa a Barva para dirigir charlar prenatales a las mujeres embarazadas, ahí inició su trayecto en el cantón.

Es importante mencionar que Barva, para aquel entonces, no contaba con algún centro de salud ni personal médico para atender a la comunidad. Por lo que, el personal de salud debía ir casa por casa. Cuando Chepita Rojas inició su labor en el cantón, inició con la atención de partos a domicilio, la comunidad abrazó su trabajo y la impulsó para que abriera un consultorio. Fueron cientos de niños y niñas los cuales nacieron en sus brazos, su servicio era excepcional e íntimo.

Pronto, Josefa expresaría a sus amigas del pueblo su interés por mudarse con sus hijas menores al centro del cantón. La comunidad al enterarse de la posibilidad de que su enfermera y partera se convirtiera en su vecina, la ayudaron a encontrar una casa de habitación. Esto le permitió analizar a profundidad las necesidades de la población y logró identificar dos grandes problemáticas: la desnutrición de las y los niños y la falta de recursos económicos de las familias para adquirir los productos de embarazo y maternidad.

Ella logró atender, de forma primaria, estas dificultades ya que se encargó de recetar suplementos, desparasitantes y vitaminas a las y los niños de la comunidad. Con su ayuda, se logró prevenir gran cantidad de casos de anemia, desnutrición, y otras enfermedades en la niñez de la zona. Por su gran trabajo, la unidad de salud de Heredia le envió más recursos para consolidar un proyecto de nutrición infantil muy importante en Barva. Las personas de la comunidad la describen como un ángel dentro del contexto empobrecido de un cantón en necesidad.

La década de los sesenta fue una época muy próspera para Josefa, a inicio de década logró concretar su admisión oficial al Colegio de Enfermeras, específicamente el 9 de junio de 1962. Este reconocimiento oficial de su labor permitió que se le asignará más peso dentro del proyecto de salud en la provincia y que su articulación con el Ministerio de Salud fuera más cercana y fluida.

A mediados de la época, la atención pública en Barva tuvo un crecimiento exponencial que provocó una demanda importante de personal médico y de equipo profesional. Ante esta situación, Chepita mantuvo conversaciones con las autoridades municipales y el centro de salud de Heredia; ella sostuvo fielmente que se debía generar un sistema de salud formal para el cantón y un lugar fijo para atender pacientes. Así fue como empezó la promoción activa para la creación de una unidad sanitaria permanente.

Gracias a su insistencia y determinación, los regidores municipales apoyaron la iniciativa por medio de la aprobación de compra de un edificio que anteriormente perteneció a la Escuela Pedro Murillo Pérez, el cual estaba localizado en el centro del cantón.

El nuevo centro de salud fue uno de los logros más importantes para la comunidad barveña y las personas posicionaron a Josefa Rojas como la pionera del sistema de salud del cantón. En su apertura, el Ministerio de Salud le proporcionó más recurso humano para acompañar su labor. Esto produjo que Chepita tuviera que ejercer un importante papel administrativo y se convirtió en la supervisora oficial del Ministerio en Barva.

En esta misma década, el proyecto de nutrición de la Iglesia Católica en Barva empezó a tomar fuerza en el cantón, teniendo un rol determinante en el desarrollo del curso escolar de la zona. Voluntarios y voluntarias alimentaban en horas lectivas a decenas de niños y niñas de escasos recursos en un local que se llamó Casa de San Bartolomé. Ante la gran expansión del servicio, el equipo de salud a cargo de Josefa, ofreció parte de sus instalaciones como centro de nutrición. Así fue como ambos proyectos crecieron de la mano y lograron unificar los servicios de salud y alimentación.

Por otra parte, en la década de los setenta el centro y la comunidad tuvieron un progreso grande. Es importante mencionar que Josefa no sólo se encargó de la atención en salud de la comunidad. Su altruismo también llegaba en temas ambientales, culturales y sociales.

Por su cercanía con las mujeres del cantón y el análisis de la situación de pobreza, inició lo que ella llamóClubes de Madres”. Estas eran reuniones entre las mujeres embarazadas de la zona donde las capacitaba sobre atención y cuidados básicos de bebés. Además, entendiendo la escasez de recursos, les enseñaba a construir accesorios y diferentes muebles de maternidad con materiales accesibles y en su mayoría, reciclados o reutilizados. Incluso, organizaba tés de canastilla a las madres en condiciones de pobreza...

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