DECLARATORIA  NACIONAL DEL  17 DE ABRIL COMO EL DÍA DE CONMEMORACIÓN DEL PACTO DE OCHOMOGO DE 1948

Fecha de publicación16 Marzo 2023
Número de registroIN2023726465
EmisorPoder Legislativo

DECLARATORIA NACIONAL DEL 17 DE ABRIL

COMO EL DÍA DE CONMEMORACIÓN DEL PACTO

DE OCHOMOGO DE 1948

Expediente N.º 23.567

ASAMBLEA LEGISLATIVA:

En un acto de reconocimiento a un evento histórico que fue de vital trascendencia no solo para la historia patria, sino también como pilar fundamental para el fortalecimiento de nuestra democracia, que dio paso a la Segunda República y nos permitió seguir construyendo nuestra nación sobre los valores y principios legítimos de una sociedad justa, participativa, solidaria e inclusiva, tengo el deber, en mi condición de legislador, de visibilizar y asentar en la identidad del pueblo costarricense los actos decididos de tres ilustres ciudadanos: don José Figueres Ferrer, Manuel Mora Valverde y el padre Benjamín Núñez, que el 17 de abril de 1948 lograron mediante el diálogo y la concertación poner fin a un conflicto armado que ya cobraba la vida de muchos costarricenses, tenía al país dividido en dos bandos, causando gran destrucción y llevando a miles de familias la angustia, el dolor y sufrimiento. La acción de estos próceres de la patria, aunque ciertamente parcos, pero claros y juiciosos, muy a pesar de sus contradicciones, propias de las circunstancias de la época permitieron tomar decisiones rápidas, que supieron rectificar con mesura, permitiéndonos construir la historia donde renacía nuevamente el espíritu que caracteriza la esencia de ser del costarricense, vivir y crecer en paz, permitiéndonos con ello forjar la patria que hoy nos abriga y que han disfrutado siete generaciones en un clima de concordia. Los principios del dialogo y la concertación, que han estado presentes en nuestra historia patria y que son parte de nuestra identidad tienen que trascender de generación en generación, si queremos que nuestros hijos y nietos reciban el mismo legado que nos han heredado estos grandes estadistas y visionarios es nuestro deber continuar con esta tarea de la Costa Rica pacífica, que garantice el acceso digno a todos los costarricenses a la alimentación, salud, educación, vivienda, trabajo, seguridad, comunicación, como los elementos fundamentales que han permitido el desarrollo que hemos logrado y posicionado a nuestro país como una democracia ejemplar en el mundo, pero sobre todo en una sociedad justa, igualitaria y solidaria.

Es importante conocer los antecedentes y desarrollo de este hecho histórico, que dieron paso a nuestra Segunda República, y que particularmente culminaron resolviendo un conflicto de guerra civil, donde no hubieron vencidos ni vencedores, donde se impuso el diálogo y la concertación como la principal y más efectiva arma de negociación.

Citar y transcribir los eventos que antecedieron y trascendieron el “Pacto de Ochomogo” es fundamental para entender, porque se señala como eje esencial, que facilitó las condiciones para lograr el desarrollo social y económico y el fortalecimiento de la democracia y la paz que se vive en nuestro país. Entre algunos de los escritos e investigaciones que resumen de manera clara y precisa lo que se vivió entre el mes de marzo y abril de 1948, cabe citar dos documentos importantes entre ellos, uno elaborado por el mismo don José Figueres Ferrer (extracto del capítulo X: Los protocolos de la paz, del libro: el espíritu del 48, escrito por José Figueres Ferrer), y otra investigación realizada por un connotado historiador costarricense Víctor Ramírez Zamora, intitulado “Evocando una gesta”, que nos ilustrarán y nos permitirán conocer lo que fue este conflicto bélico y cómo concluyó.

REUNION EN EL ALTO DE OCHOMOGO. Durante las negociaciones en la Embajada de México, Manuel Mora se mostró siempre preocupado por asegurar la vigencia de las garantías sociales y de la legislación social, que se había dado bajo el Gobierno de Calderón Guardia, con la colaboración del propio Mora. Insistía en que sobre esa materia, el Ejército de Liberación Nacional le hiciera promesas concretas. Estas exigencias y otros problemas relacionados con la rendición del Gobierno, preocuparon al Padre Núñez quien estimó, sobrepasaban sus facultades de negociador. Por eso, una tarde, antes de abandonar la Embajada de México, propuso una entrevista entre don Manuel y yo. El Padre Núñez propuso a don Manuel que nos encontráramos los tres, esa misma noche, desarmados y sin compañía, en El Alto de Ochomogo, a las diez de la noche. Don Manuel le manifestó al Padre sus reservas. ¿No podría ser víctima de una emboscada? El Padre le replicó que también nosotros podríamos ser las víctimas. Si está en el interés del país, yo acudiré, dijo don Manuel. Como señal de que se produciría la cita, a las nueve de esa noche, se transmitiría, desde la estación Radio Hispana, en Cartago, la Quinta Sinfonía de Beethoven y cada cinco minutos, se intercalaría la palabra, carretera, carretera, frase que sería repetida varias veces.

Cuando el Padre Núñez, de regreso en Cartago esa tarde, me propuso la cita, yo también le expuse mi preocupación de que fuéramos víctimas de una emboscada. Pero al igual que Manuel Mora, acepto diciéndole:

Si esto conduce a la paz, allá iré.

Antes de las diez de la noche, cruzamos el Padre y yo nuestras líneas y nos fuimos internando hacia la tierra de nadie, en dirección de la Quebrada del Fierro, en el Ochomogo, Para justificar el paso fuera de nuestras líneas, en broma le dije a los soldados:

-El Padre y yo vamos a hacer una conquista. Se rieron y nada más.

Caminamos un poco: le dije al Padre que fuéramos por lados separados de la calle y que si nos disparaban, el que quedara bien, sin preocuparse por el Otro, corriera a dar aviso a nuestras fuerzas. Afortunadamente, nada sucedió.

El Padre se adelantó un poco más y al final de la cuesta encontró a Manuel Mora. Contra lo convenido, venía acompañado de un chófer y de Carlos Luis Fallas, sus camaradas comunistas. Manuel le explicó al Padre, que los acompañantes eran hombres de confianza.

Los dejó allí, donde se encontró con el Padre y con éste vino a mi encuentro.

Al saludarlo, yo me excusé de que, contra lo convenido, llevara mi escuadra al cinto. Le pedí que avanzáramos un poco hacia nuestras líneas, pues nos habíamos acercado demasiado a las de ellos.

Caminamos un poco. De nuestras líneas se oyeron unos disparos. Manuel indignado me increpó: ¿Qué pasa? Yo le contesté sacando mi arma:

¡Soy hombre de honor! ¡Me batiré con los míos si es preciso, para proteger su vida!

Solamente había sido el disparo casual de algún rifle, como ocurre ocasionalmente en cualquier frente de lucha.

Más o menos, frente al lugar donde hoy están las instalaciones de Kativo, en El Alto de Ochomogo, nos sentamos a la orilla de una de las cunetas de la carretera. La noche era de neblina espesa, denfrío y ráfagas de ventisca. De algún lugar cercano, llegaba hasta nosotros el hedor de cadáveres, que no habían sido sepultados aún. Pensé que quizá sus espíritus, flotaban sobre el lugar donde estábamos, como una advertencia de los muertos, que no podíamos traicionar.

Allí charlamos por espacio de más de una hora, sobre la situación dolorosa que vivía el país. Convenimos, en la urgencia de encontrar una salida hacia la paz y la convivencia armoniosa de todos los grupos sociales. Cada uno de nosotros partíamos de premisas dictadas por ideologías diferentes. No dejé de manifestarle a don Manuel, que era muy difícil comprender la combinación que él hacía, en sus recientes luchas, de la defensa de las conquistas sociales, con la aceptación de la deshonestidad administrativa y el atropello del sufragio. ¿Cómo conciliaba don Manuel su idealismo político, con la vesania criminal del régimen del cual era parte importantísima? Claro que él, con su mejor estilo de dialéctico marxista, trató de justificar su posición y la de su Partido. Me pareció, resuelto a mantener a todo trance, su lealtad política a los Calderón.

Le aseguré a don Manuel, que lo dicho por mí en la Segunda Proclama de Santa María de Dota, era verdad. Yo no era un politiquero dedicado a la mentira demagógica. Estaba dispuesto, no sólo a mantener, sino a ampliar la legislación social por la cual, los de su partido, decían luchar, aunque para ello tuviera que enfrentarme, como estaba seguro tendría que hacerlo, tras la...

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