Un día ayuno de fe

Amado Hidalgo

hidalgo.amado36@gmail.com

Hoy amanecí sin fe. Por muchas razones la fui perdiendo en las últimas semanas, hasta terminar con una sequía emocional, tan grave como la procesión luctuosa de la Sele en la historia de la Copa Oro.

Perdí la fe. Hasta la semana anterior no creía que un árbitro de fútbol se dejara comprar. Después de los penales fantasmas contra Costa Rica y Panamá, no me cabe duda. Y menos cuando los dos silbateros, casi de inmediato, reconocieron sus errores. Alguien los mandó a hablar para tapar la verdadera mano que les silbó al oído la orden de poner a México en la final.

Perdí la fe, poca, que alguna vez tuve en el proceso de Wanchope. Le di el beneficio del 'tal vez' en los albores de la Copa, pero no me queda ni un rastro de incertidumbre: el fracaso rotundo en resultados, pero más el de funcionamiento del equipo, me arrancó toda sombra de duda.

Perdí la fe en el futuro. El sorteo para la cuadrangular me mandó al panteón en el Grupo de la Muerte. Aquella 'calaca' vestida con el uniforme blanco, rojo y azul, en los días de Brasil, ahora la veo más pálida que nunca, despojada de los colores patrios e invitándonos a pasar a sus aposentos, a punto de engarzarnos con su guadaña. Perdí la fe en nuestros dirigentes desde el lunes aquel cuando, recién bajada la Sele del avión, el presidente confirmaba a Wanchope. Sin análisis, sin reunión de la Comisión de...

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