Una disculpa del tamaño de la Pirámide del Sol

Jacques Sagot

jacqsagot@gmail.com

Es bello, pedir disculpas. Se pierde de una de las experiencias definitorias del vivir, quien no lo haga. Nunca me he arrepentido de pedir disculpas. Me siento más alto, más liviano. Me he arrepentido, en cambio, de las disculpas no formuladas: una de las cosas que más me atormentan de la muerte es irme sin haber pedido perdón a toda la gente a quien no veré más.

El lunes 27 de julio publiqué en este mismo espacio un texto titulado 'La Copa Chapo Guzmán'. Mezclar a este siniestro personaje con la Copa Oro fue un perfecto disparate. Mil veces he abogado por la vivencia del fútbol dentro de un clima de fraternidad. Y heme aquí, de pronto, convirtiéndome en el primero en transgredir mi propia prédica.

Tengo amigos mexicanos que me han 'platicado' (como dicen ellos) sobre el aura de amenaza, de peligro, de inseguridad que vivieron durante el proceso: ya por el mero acento mexicano, ciertos belicosos aficionados les dirigían miradas menos que cordiales. Desfiles de carros con banderas frente a la Embajada, en fin, manifestaciones deletéreas, una inflamabilidad de altísimo octanaje. Mil veces he advertido a nuestra afición sobre la volatilidad, la peligrosidad de este tipo de reacciones. Y sin embargo, con esa columna actué como un vulgar instigador. Amigos mexicanos: jamás sospeché que hubiesen sido...

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