Editorial Demos el ejemplo una vez más

Llegamos los costarricenses al final de un proceso electoral caracterizado por una gran incertidumbre en torno a los posibles resultados, pero marcado por la certeza en torno la pureza de los comicios y la imparcialidad del Tribunal Supremo de Elecciones (TSE).

Los costarricenses hemos escogido la ruta electoral como la vía apropiada para resolver las diferencias inevitables que surgen cuando organizamos la convivencia.

Otros pueblos en la región y en el mundo han escogido las armas para buscar soluciones a los conflictos. En Costa Rica hemos preferido los votos y no las balas.

El ejercicio del derecho al voto es una conquista ganada a lo largo de muchos años de luchas y debemos ir a votar serena y reflexivamente, respetando las diferencias en un país socialmente heterogéneo.

La democracia electoral costarricense no es fruto del azar sino de una paciente construcción y ampliación de los derechos.

Los desacuerdos en torno a nuestros desafíos y rezagos, en terrenos claves como la infraestructura, seguridad, el déficit fiscal y la educación nos obligan a tomar decisiones cruciales e impostergables en lo inmediato.

Los candidatos han planteado sus posiciones en cada uno de estos temas y los ciudadanos deberán decidir cuál de las opciones de política pública constituye el mejor camino para una Costa Rica que avanza hacia la tercera década el siglo XXI en medio de acelerados procesos de transición demográfica, laboral y tecnológica.

Evitar visiones simplistas

Los electores deben evitar las visiones en blanco y negro de la realidad a la hora de expresar en las urnas su decisión final.

Ni vivimos en el mejor de los mundos posibles ni el apocalipsis está a la vuelta de la esquina.

Contentarnos con los logros en educación, seguridad social e institucionalidad podría alejarnos de importantes reformas que requiere nuestro sistema educativo para hacer frente a los retos de la globalización, o postergar las transformaciones de nuestro sistema de pensiones.

Evitar las reformas a nuestro sistema político traería como consecuencia la continuación del desfase entre una sociedad que se ha diferenciado y unas instituciones que obedecen a realidades del siglo pasado.

Desesperarnos ante la magnitud de los desafíos en seguridad, infraestructura y transición energética podría conducirnos a la parálisis y a la...

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