Editorial Unidad no es fusión

Para entender la próxima Asamblea Legislativa es preciso comprender la compleja relación que empieza a establecerse entre la correlación de fuerzas legislativas establecida por la elección del 4 de febrero y la nueva legitimidad de un presidente electo que arrasó en la segunda ronda, pero que debe evitar embriagarse con un triunfo aplastante y buscar la humildad y el realismo en la victoria.

Como telón de fondo de este proceso figura el eterno conflicto del régimen presidencialista, la contradicción entre dos legitimidades, originadas ambas en el soberano, tanto el presidente como el Parlamento surgen del voto popular, ninguno está por encima del otro, ambos están obligados al equilibrio.

El presidente electo cuenta con apenas la tercera minoría legislativa. Sus diputados unidos a algunos legisladores del PUSC están muy lejos de los 29 congresistas necesarios para alcanzar la mayoría simple. Su agenda legislativa requerirá, por lo tanto, de nuevos acercamientos, tanto con el PLN como con RN.

El riesgo de profundizar la división Parlamento-Ejecutivo sigue presente como el efecto inevitable de gobernantes sin mayorías legislativas.

El mandatario electo ha dado muestras de apertura y ello es un buen antecedente para las negociaciones que siguen. El incentivo para la consumación de estos acuerdos pareciera provenir, por parte del futuro Ejecutivo, del ofrecimiento de puestos en el gabinete.

La fórmula para lograrlo provendría de ofrecer la mitad de los ministerios a los otros partidos, de acuerdo con el porcentaje de escaños logrados por cada uno y previa firma de un acuerdo sobre temas como la agenda fiscal, reformas al Estado y al Reglamento Legislativo, así como infraestructura, seguridad ciudadana y 'fundir' algunos programas.

¿Parlamentarismo?

Ottón Solís ha llamado a este intento parlamentarismo sin parlamentarismo y ahí reside su principal limitación, pues como el mismo diputado oficialista lo reconoce, los participantes de los otros partidos quedan en una frágil posición: ante cualquier desacuerdo podrían ser fácilmente removidos, sin contar sus partidos con el recurso al voto de censura.

¿Querrán exponerse los partidos de oposición a estos riesgos?

Presidencialismo mitigado, disfrazado de parlamentarismo, sería la mejor caracterización de este intento de intercambiar cargos por agenda legislativa.

Tal vez el olfato político de Mario Redondo, vocero de RN, lo ha llevado a la prudencia y a plantear un compás de espera, sin matricularse...

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