Una familia es la dueña del 'crucificado' cartaginés

La imagen del crucificado que los cartagineses ven en el calvario y el santo sepulcro tiene más de 100 años de historia.

A principios del siglo pasado, Antonio Céspedes, un acaudalado cartaginés, mandó a traer a España una réplica de Jesús crucificado.

La había visto en una revista y lo dejó tan impresionado que quería tenerla en la capilla familiar de su casa, ubicada al costado sur de donde hoy están los tribunales de justicia, en Cartago.

Céspedes hizo el pedido vía carta, sin tomar en cuenta las dimensiones de la escultura del Cristo.

Cuando el crucifijo llegó en barco, el hombre se vio sorprendido por sus dimensiones. La imagen tenía una altura de 1,70 metros y pesaba aproximadamente 77 kilos.

Con ese tamaño, la escultura apenas entraba en la pequeña capilla de Céspedes.

Entonces, se le ocurrió ofrecerla en préstamo al Convento de los Capuchinos Menores, pero con la condición, dicha a fray Federico de Barcelona, que siempre un miembro de su familia sería el custodio de la imagen.

Tradición. El franciscano aceptó aquel compromiso y la escultura de madera fue trasladada al convento.

Aquel préstamo se hizo 'eterno' y hoy acumula más de un siglo de vigencia.

La promesa también fue duradera, pues el compromiso de que un familiar sea el custodio de la imagen de Jesús se mantiene y ha pasado de generación en generación en esta familia.

Rogelio Coto Brenes, de 87 años, nieto de José Joaquín Coto y de Bernabé Céspedes, es quien cumple hoy con esa función. Luisita Céspedes, la última de sus tías abuelas fue quien le delegó tal...

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