El fútbol era de todos

José David Guevara

jguevara@elfinancierocr.com

El estadio era de todos. Se podía acudir con tranquilidad a las boleterías y comprar entradas para cualquiera de las graderías, desde palco hasta sol o popular. Y una vez instalado en el sector que fuera, se disfrutaba del espectáculo sin temores, sin amenazas, sin riesgos. Era una fiesta, una alegría, asistir los domingos o los miércoles a los 'templos' del deporte más emocionante y apasionante en la historia de la humanidad. Sí, el estadio era de todos.

Los alrededores del estadio también eran de todos. Nos pertenecían a todos las calles aledañas, las aceras de las inmediaciones, los estacionamientos vecinos. Previo a los partidos, se permanecía o circulaba en esos espacios con absoluta confianza. Eran tierra de todos y, además, terrenos seguros. En ellos se conversaba, especulaba y bromeaba sobre el posible resultado de la contienda deportiva, y nadie estaba a la defensiva. En efecto, los alrededores del estadio eran de todos.

La ciudad era de todos. Me refiero al ambiente urbano en días de partidos del campeonato nacional. Se podían frecuentar parques, bulevares, librerías, cafeterías, templos, plazoletas, tiendas, bares, verdulerías, carnicerías, clínicas, joyerías, museos, galerías, mercados, farmacias, zapaterías, bazares, floristerías, ópticas, supermercados... sin observar el triste espectáculo de grupos (¡me...

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