El líder gay que retumba en la agenda y conciencias políticas

De niño odió ser gay. Se enteró a los cinco años y todo era raro entonces. Sesenta y cuatro años después sigue siendo gay (nunca creyó en una cura), pero el término ya le gusta, lo define, se siente incómodo sin él.Bota la basura, deja a un lado el gusto colectivo y odia la Navidad; no la celebra porque en ella topa con las más absurdas y bipolares clases sociales. Fue una de esas navidades, repleta de ostentosos juguetes para unos y lloriqueos para otros, la que lo impulsó desde su infancia a luchar por las minorías.Eso es parte de lo que relata en su modesta oficina de abogado y notario, cerca de los tribunales josefinos. Habla despacio, sin aire politiquero, sin la altanería que podría esperarse de un activista fanático de huelgas. De retraído, nada.Este hombre compacto, canoso y cartaginés, de gestos y mirada alicaídos -como de abuelo condescendiente- desayuna discriminación y vive del nado contracorriente.Desde hace un año preside el Movimiento Diversidad y apuesta a que, antes de morir, verá unidas por ley a las parejas del mismo sexo. Y aunque aún no saca cuenta de logros palpables en materia legislativa, sus tercos intentos atestan los despachos del poder político e interrumpen el sueño de muchos.No los deja en paz. En sus manos estuvo la redacción del controversial proyecto de sociedades de convivencia que, luego de un largo tejemaneje, está en estudio en la Asamblea Legislativa. Con esto, hace seis años dio pie a la lucha por regular las uniones homosexuales.Al lado del abogado Esteban Quirós y mediante un recurso de amparo se logró paralizar, en el 2010, el referéndum que habría dejado el futuro de las parejas gais en potestad de las mayorías.Quirós, quien desde entonces toma café con Castillo casi a diario, recuerda esa hazaña como una de las más impactantes en la historia de esta población minoritaria.El líder echa un vistazo nostálgico a las calles y toma nota del avance vivido en los últimos tres años: las marchas pro gais, lesbianas, bisexuales y transexuales pasaron de ser de unos treinta -avergonzados y con capucha- a más de mil protestantes ruidosos y con pancartas de orgullo multicolor, al mando del representante del Diversidad.Ese necio afán de lucha no lo discuten siquiera sus adversarios. No lo hace Justo Orozco, a quien Castillo considera el cabezal de sus contrincantes, de todos sus 'enemigos', de esos que 'airean sus tonterías, que no piensan y especulan'.Aunque no lo apoya y lo tacha de 'desubicado', como muchos otros, Orozco...

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