¡Golaaazo de Cocorí!

Fue justo en el minuto 89 del partido final del Campeonato Mundial de Futbol que el libro de Joaquín Gutiérrez que Alexandre Guimaraes tenía en la banca, se abrió y salió de él un niño negro al que Paulo César Wanchope le cedió su puesto de centrodelantero en la cancha.Apenas pisó el césped con sus pies descalzos, pues no estaba acostumbrado a jugar con tacos, el niño recibió un pase de Wilmer López. Acostumbrado a correr por entre árboles, palmeras y animales del bosque limonense, se abrió paso a toda velocidad por entre la jungla de piernas musculosas que trataban de quitarle el balón.El pequeño futbolista se atrevió a más en cuanto vio, de reojo, que la barra tica era dirigida por una hermosa niña que tenía una rosa en sus manos, la cual estaba sentada a la par de mamá Drusila. Entonces remató. El balón, que el niño comparó con la Luna que alumbra su rancho junto al mar, entró en el marco. Millones de voces gritaron ¡¡¡GOOOOOOOOOOL!!! en Tiquicia; nadie lo hizo con más fuerza que un anciano alto y de cabellera canosa que resucitó tan solo para celebrar el golazo de Cocorí que le dio el campeonato a Costa Rica.Escribí este breve relato el 14 de junio del 2002 (hace casi 12 años), con el propósito de participar en un concurso de cuentos cortos convocado por el sitio Club de Libros, el cual fundó y dirige la periodista Evelyn Ugalde.Me inspiré, en especial, en el golazo...

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