El gran riesgo de seguir con las soluciones de costumbre

Se dice que la función del cerebro no es la de pensar, sino la de ayudarnos a sobrevivir. Por eso, preferimos lo rutinario: nunca nos saldrá un tigre en el camino que recorremos todos los días. Nunca hay riesgo en proceder como procedemos habitualmente.

Imaginemos ahora que tenemos un trabajo de responsabilidad, en una entidad cuyo entorno está en continuo cambio. ¿A cuál entidad no le cambia el entorno en estos tiempos?

Aquí, la práctica de seguir lo rutinario para sobrevivir es contradictoria y lo sabemos. Solo que, para mantenernos en el seguro sendero de lo rutinario, sin sentir que estamos procediendo negativamente, racionalizamos lo que percibimos y afirmamos que, en realidad, los cambios en el entorno no son tan fuertes, que tardarán tiempo en afectarnos o que nuestra posición competitiva nos preservará de cualquier tipo de daño.

Además de estos cantos de sirena, la gran dificultad para sacudir la rutina es que no sabemos cómo hacerlo. Los grupos de trabajo siguen lidiando con los problemas de la manera como están acostumbrados a hacerlo. Jamás unos ojos nuevos para intentar ver ángulos novedosos en la forma como se plantean los problemas. Jamás un cuestionamiento de lo que se supone como verdadero. Nunca una revisión reposada de cuáles son los verdaderos objetivos. Una de las trampas, en...

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