Granados dijo adiós a su sueño, entre café y tabaco

Víctor Emilio Granados sintió, ayer por la mañana, que no tuvo un buen sueño. Se levantó temprano, poco usual para un martes, se quitó su gorro de dormir, se desperezó y salió de su casa por el primer cigarrillo del día.Mientras sentía el frescor de esos barrios,en el límite entre Curridabat y Tres Ríos, evaluó, una vez más, sus opciones de continuar como presidente de la Asamblea Legislativa.La noche del lunes estuvo en la casa del director ejecutivo del Congreso, Antonio Ayales, con sus compañeros del Directorio. Con Ayales se llevó bien, a diferencia de sus antecesores.El sopor en el rostro y la satisfacción, a su gusto, del deber cumplido, lo llevaron a prepararse para las últimas horas en la presidencia que Liberación Nacional le dio, y que hoy le quita, sin un gracias, sin un solo guiño y sin premios.La recompensa está en su familia, a la que ha descuidado para contener a unos no menos complicados diputados, mientras sus hijos esperan que tenga un poquito más de tiempo para estar con ellos, y lo mismo desea su esposa, Ingrid.Baño, traje y otro cigarro. El sueño a punto de acabar, la ilusión de ostentar el máximo cargo de un diputado, se le va yendo como el humo que sale de su boca.Un año entero en medio de disputas lo deja marcado: más paciente, más prudente y mucho menos confiado.Santi, su hijo de siete años, es un 'Emilito' de sonrisa...

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