Álvaro García, la ciencia detrás de las tortugas

La luz roja no permite detallar en sus rasgos, pero podría decirse que Álvaro García posee ese timbre de voz capaz de apaciguar el cansancio de una caminata que implicó cruzar un cerro con tal de llegar hasta una playa oscura, donde el oleaje se hace sentir cuando revienta a la orilla.Álvaro no es guanacasteco; él vivía en Pacuare de Limón. 'Ahí las condiciones laborales son muy pobres. Mi papá logró conseguir un trabajo en la reserva Pacuare. Yo empecé a salir a caminar con los voluntarios y asistentes de investigación. Al año siguiente empecé a salir como investigador porque ya había aprendido bastante', relató.No es biólogo, más su conocimiento de las tortugas impresionó a los investigadores Rotney Piedra y Elizabeth Vélez, quienes lo contrataron como asistente de investigación para el proyecto de tortugas negras en playa Nombre de Jesús, Guanacaste.Álvaro permanece entre 8 y 10 horas en la playa, recorriendo varias veces sus 900 metros de longitud.A veces se encuentra con otros asistentes de investigación o con los voluntarios que ayudan en el trabajo de playa, pero la mayor parte del tiempo su compañía es la luz roja que coloca en su cabeza, la única que no molesta a las tortugas durante el desove.Como parte de su labor, cuando observa una tortuga, se sienta en un tronco y anota el sector de la playa, la zona de desove (cerca del agua, área intermedia o cercana a la vegetación), la marea y el clima, entre otros datos.Eso mientras el quelonio hace el hoyo donde va a meterse para excavar un nido de medio metro de profundidad, donde puede llegar a depositar hasta 120 huevos.Una...

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