Mairena, un atrapado en la ruta de la soberanía

El viejo Ramón Mairena emergió de una grieta desde la ribera del río bajo el sol del mediodía.Traía sed y todos los años pintados en la cara, un mecate, su sombrero y ganas de hablar si le preguntaban . Además, traía una esperanza que lo venía acompañando desde que su hija le dijo que se vendría a vivir con él y que no vendría sola, pues le traería a su primera nieta.Mairena aclara que está viejo y cansado, pero que le encanta vivir aquí, en Cureña de Cutris, a la orilla del río. Recuerda que cuando era guerrillero en los años 80 andaba por la ribera con el alma en un hilo, pero ahora, 'todo es mucho más tranquilo'.Tiene cara de indio. Si alguien quisiera imaginarse un indio viejo, posiblemente se parecería a Ramón Mairena. Sonríe estirando las arrugas, enseñando los puentes de oro en los dientes y, de pronto, se queja con cuidado de que no suene a reclamo.Dice que vive 'en una casita donde hay un corralito'.Se le pregunta qué piensa de la trocha, de que se frenara la construcción, sobre cuánto lo ha afectado y hace cuánto no vienen a darle mantenimiento y de seguido responde: 'El camino nos puede favorecer algo, pero cuando esté bien hecho y se ponga un bus aquí para la salida porque viera qué dura la salida aquí'.Mairena empieza a soltarse. Se va sintiendo cómodo con este grupo de extraños, dos de ellos lo apuntan con cámaras. Cuenta que ahora que viene su nieta y su hija a vivir con él y...

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