Manejar la zancadilla

El trabonazo viene de frente. Es lícito. Es parte del juego fuerte. La zancadilla no se espera. Viene de al lado. O de atrás. Es juego sucio. Es ilícita. Ambos pueden ser malintencionados. El trabonazo es un pero. Es una negativa. Es un cuestionamiento. La zancadilla es el choteo, las miraditas en apariencia inocentes, la cuchufleta.

¿Cómo manejar la zancadilla? El propósito es no caer. La zancadilla obliga a defender lo que se propone. Pero sin enojarse, porque entonces se nubla el razonamiento. A quien no tiene habilidad, la zancadilla lo tira al suelo. Hay que aprender a que la zancadilla, aunque desestabilice, no haga caer. Aprender a desapegarse del incidente y de la persona de la que procede, para buscar razones. No siempre es prudente responder en el acto.

El hecho de que la zancadilla sea malintencionada no debe llevar a ignorar que convoca energías que podrían convertirse en mejoramientos.

La necesidad de defender un proyecto o un argumento, es una oportunidad para repensarlo, para robustecerlo, para recoger insumos nuevos e integrarlos en la propuesta original. Mirar de preferencia esa oportunidad de mejoramiento y no la mala intención que puede haber en ella es una forma de despojarla de sus efectos perturbadores.

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