Las mascotas en su intimidad

Amado Hidalgo

hidalgo.amado36@gmail.com

Recientemente se sentaron a tomar café -porque a ellos no los dejan ingerir licor- un viejo dragón morado, un tigre más joven y un león también entrado en años, pero con aires juveniles, gracias a la cirugía plástica y a unos cuantos truquitos de belleza a los que fue sometido hace poco.

Precisamente, y porque les gusta el chisme, fue ese el motivo de la reunión. Intrigados, el dragón morado y el tigre de coloridas rayas, querían 'vinear' cómo se veía el melenudo león, y si era cierto que se había salido del closet.

Intuitivo, el león se dio cuenta -rápidamente- de las intenciones de sus interlocutores.

-Se los come la cochina envidia -dijo, furioso-. 'Vos porque sos adoptado. Tu papá era un oso y dicen que no te trajo la cigüeña, sino un huracán', encaró al tigre. 'Y vos porque tenés cara de lagartija' -espetó contra el dragón-. 'Y cuando te quisieron modernizar, con aspecto de rocanrolero fortachón, quedaste tan feo, que hasta tu abuela se burló'.

Con semejante golpe bajo, cualquier bestia se habría puesto a llorar. Pero no éstas. Acostumbradas a recibir silbidos, madreadas y a meterse en grandes zoológicos para entretener a esos salvajes humanos, furibundos, apasionados, mal educados, perseguidores de pokemones y cuanto juego de pelota se les ponga por delante.

-Ja ja, sos un perdedor -le contestó el dragón-. ' Y a mí no me engañas. Hasta hace poco tenías las piernillas flacas, cara de 'aguevado' y ni bigote te había nacido. Eso quiere decir que lo tuyo es falso, a pura jeringa, te pusieron botox, cejas y hasta sonrisa falsa. ¿No te da vergüenza, boquita roja?'.

-Sias boli -lo remató el tigre-. 'Ahora hasta hablas con zeta. Te crees español...

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