Alejandro Morales: el chinamero que orquesta el festejo de Zapote

Cuando el próximo 25 de diciembre suene el ritmo de un merengue, se vendan manzanas escarchadas y camine un gentío por el campo ferial de Zapote, una sola figura será el director de orquesta del festejo: Alejandro Morales González.Este vecino de barrio Los Ángeles, en San José, tiene dos décadas de ser chinamero y el 26 de octubre pasado se convirtió en el dueño de las fiestas de Zapote, cuando llegó con ¢210 millones al remate de chinamos que hace la Municipalidad de San José. Compró todos los locales de restaurantes y bares para las fiestas de este fin de año.Después de tal acontecimiento, unos se molestaron. Hubo chinameros a los que les rechazó toda oferta de alquiler de locales y otros -dice él- le preguntaron que si era buchón o narcotraficante.'Estoy acostumbrado a trabajar en grande. En Costa Rica, cuando alguien sobresale, hay quienes ven cómo se lo traen abajo. Si fuera narco, no sería chinamero', dijo Morales, para quien los días de fiesta en Zapote empiezan desde las 6 a.m. hasta la madrugada.'Esos días hay mucha emoción. La adrenalina está al tope y hay nervios de que todo salga bien. Desde el 25 de diciembre hasta el 6 de enero, si acaso duermo cuatro horas. Hay que estar pendiente de que los proveedores traigan los productos a tiempo; que haya aseo y orden', explicó el chinamero.Sobre los ¢210 millones que despertaron todo tipo de crítica, Morales asegura que provienen de 'patrocinadores' con los que lleva años trabajando y que le prestan el dinero para operar las fiestas.'Son marcas reconocidas que por respeto a ellas, no puedo revelar los nombres, pero, con todas las ganancias, se sale avante del negocio. Vamos a trabajar unos nueve restaurantes, tres bares y vamos a hacer sociedad con tres negocios de comidas rápidas para que se instalen en el campo ferial', agregó.Los churros. La afición por las ventas empezó desde que tenía 10 años, cuando gastó suela por las calles de la capital vendiendo pejibayes para ayudar a su familia.'Desde carajillo me gustó ser comerciante. No fui a la universidad, me quedé con el colegio y lo poco que estudié me sirvió para sacarle la chispa al negocio', dijo.Después de los pejibayes, se montó en la bicicleta y se dedicó al ciclismo profesional durante su juventud. Con un equipo, viajó y participó en torneos internacionales hasta que se dio cuenta de que la ruta en la bicicleta no le daría de comer a su familia y algún día terminaría como pasatiempo.'Empecé a trabajar con tía Roxana una venta de churros y...

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