Tu nombre me sabe a hierba

Roberto García H.

roberto.comunic@gmail.com

Quizás fueen la adolescencia cuando me asomé por primera vez a la gramilla del Estadio Fello Meza y fui testigo del vértigo de Wally Vans, la jerarquía de Enrique Pelirrojo Córdoba y la zurda prodigiosa de Leonel Hernández, grandes figuras del Ballet Azul que, en la década de los 60, destilaban magia y sudor sobre el césped del Cartaginés.

La hierba es como el agua de un río. Se regenera constantemente. En consecuencia, nunca es la misma. No obstante, guardar un trozo del zacate histórico es un ritual que se justifica a plenitud. Porque la gramilla natural de ese templo deportivo, en el sur de la ciudad del buen cielo, buen suelo -como la describió el conquistador Juan Vásquez de Coronado- es consustancial al ¡Vive, vive! que palpita en las almas de sus referentes.

La directiva brumosa promovió la idea y la afición azul se apresuró a adquirir el preciado tesoro, aunque los trozos del césped corresponden al piso que se instaló en el 2001. No importa, sobre ese manto esmeralda, donde las nubes bajan y la bruma rocía la hierba con brizna y llovizna, desde siempre se libran jornadas épicas.

Quién no recuerda el 0 a 0 entre Cartaginés y Vélez Sarsfield, el 17 de febrero de 1996. ¡Qué noche aquella! Mientras el Chime Quirós volvía locos a los zagueros argentinos, el gigante José Luis Chilavert se las veía a...

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