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Amado Hidalgo Q.

hidalgo.amado36@gmail.com

El fútbol es un estado de ánimo. Esa frase encierra algunos de los grandes enigmas del balompié, cuando la lógica, la ciencia, la historia y la estadística no alcanzan para explicar las grandes catástrofes y los portentosos milagros que suceden a menudo.

Acaba de ocurrir uno. Carmelita se salvó en el último atardecer del campeonato, después de que una docena de puntos lo separaban de Pérez Zeledón y Uruguay, todo un abismo para el equipo verdolaga que no ganaba durante una larga sequía en el torneo.

Tal vez el ánima de CarlosCañónGonzález, la destreza táctica de Vinicio Alvarado, el aporte de viejos zorros como Carlos Hernández o Johnny Woodly, pero seguramente un poco de todo. Lo cierto es que el equipo sobre el que los profetas habían esparcido los santos óleos, hoy sigue en Primera.

Contrario le pasó al Uruguay. Dirigido por un buen entrenador, excampeón nacional como muchos de sus jugadores, de pronto quedó inmerso en un tornado de malos resultados, la confianza del grupo se extravió en la negritud de una noche sin fin, y ni siquiera la suerte fue capaz de evadir el peso de esas dudas que ataron las ideas, el juego, y el destino del equipo.

Suele suceder. A veces la confianza se viste de harapos. A menudo se enfunda ensmoking. En el primer caso, es una camisa de fuerza. En el segundo, es el motor que enciende alas para el vuelo milagroso. Es...

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