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Antonio Alfaro

Periodista analfaro@nacion.com

Más noble que el Pato Donald, más sereno que el Pato Lucas y más humilde que Rico McPato, el Pato López resulta el candidato perfecto para endulzar a una afición dolida, decepcionada, sin mucha fe en la temporada.

La afición no es tonta. El Pato tampoco. Sabemos todos que han recurrido a él por ese vínculo con el graderío rojinegro, imposible de lograr con cualquier otro exjugador, por más cariño que puedan tenerle los alajuelenses a figuras como Jozep Miso o Luis Marín. Quizá el Chunche Montero lo iguale en adeptos, aunque este no parece el momento para otro paso suyo por el banquillo manudo.

Igualmente, con Wílmer López, la Liga echa mano al afecto de quien bien se lo ganó, el mejor del campeonato nacional en varias temporadas, el rojinegro con más partidos de campeonato nacional en la historia del club.

El Pato tiene solo un riñón, desde su época de jugador, pero a cambio, la vida pareció haberle puesto tres pulmones y dos corazones, además de esa zurda privilegiada capaz de filtrar un pase por el ojo de una aguja.

Con la rojinegra encarnada, apegado al campeonato nacional, sin la fortuna de los legionarios actuales, Wílmer López hoy vive sin grandes lujos. En sus ahorros, tiene más afectos que millones. Y no son pocos (los primeros).

La Liga lo sabe y recurre a ellos en el intento de pagarle algunas deudas a la afición: los cinco campeonatos sin título, el pésimo manejo de casos como el Jonathan McDonald, los técnicos que van y vienen (los últimos han durado en promedio 16 partidos). Wílmer es un buen intento por congraciarse con los graderíos, sin resolver aún los...

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