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Eduardo Baldares

eduardo.baldares@nacion.com

A Costa Rica le sienta de perlas la adversidad. Y cuanto más víctima parezca, ¡mejor! Porque se enfatiza ese efecto búmeran que le permitió sorprender en Italia 1990 y en Brasil 2014.

En cambio, la etiqueta de favorita suele venirle mal, porque se cree obligada a cambiar su exitoso estilo defensivo. Tanto le pesó en las eliminatorias camino a EE. UU. 94 y Francia 98 que ni siquiera se clasificó.

Espoleada por los románticos amantes del fútbol ofensivo, tiró al cesto de la basura las enseñanzas de Bora Milutinovic (un pragmatismo táctico radical; feo, pero efectivo). Y reincidió hacia Sudáfrica 2010. Creyéndose más de lo que era, se abrió de visita contra Honduras (4-0), en casa ante México (0-3) y en San Salvador (1-0). Adiós, mundial.

Por eso, respaldamos el estilo de Óscar Ramírez. Aunque los soñadores creen que abriéndose en el Azteca le habría ido mejor, la verdad es que se exponía a una paliza. Por Dios, ¡ningún visitante de Concacaf es favorito para triunfar en México! Ninguno. Allá, un empate es oro y un revés, si no es por goleada, está dentro del presupuesto lógico.

Entonces, que Ramírez se blinde contra quienes le exigen atacar como loco hoy martes. Honduras salió pulverizada de...

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