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El triunfo de Pérez Zeledón, en la final pasada, va más allá de obtener un trofeo inédito para una vitrina que hasta entonces solo coleccionaba sueños.

Como en la gesta de David frente a Goliat, es la prueba de que no hay enemigo pequeño, que el 'sí se puede' no es una muletilla, y que 'el no es posible' es una excusa de los conformistas, de los perdedores, de quienes prefieren tirarse en la hamaca para ver pasar el desfile de los ganadores.

Es evidencia de que en el futbol lo lógico es una tendencia estadística, pero nunca la regla, que no es una bravuconada decir que en la cancha son once contra once, que los récords solo son historia, que los novatos también pueden y que los maestros no siempre tienen la última palabra.

La victoria de Giacone y sus muchachos prueba que el dinero no es todo. Que pueden más los sueños si su combustible es el esfuerzo, la fe, el coraje y ese valor agregado que suele ser mágico motor: el trabajo de equipo, por encima de la suma de estrellas.

Los futbolistas de este Pérez han interpretado al máximo su papel de 'guerreros del sur', un emblema que fue caballo de batalla de otras generaciones, combativas, desafiantes, pero a las que el paso por el Cerro de la Muerte les arrebataba algo de esa fiereza con que libraban sus batallas en el Valle del General.

Lo escuchamos tanto, que nos suena a frase trillada. Pero es cierto: el futbol da revancha. Y el título de PZ lo confirma. Este José Giacone, de hablar pausado, de pocas emociones, pero acertados comentarios, es el mismo que salió...

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