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'¡Agrande!¡Agrande!', gritó Cristian Oviedo en la zona técnica, región extraña para los asistentes rojinegros en este torneo.

En aquel partido, uno de tantos de la primera fase, él quiso aportar. Pidió a un zaguero que retrocediera hacia el propio marco, antes de que el pelotazo rival se convirtiera en amenaza, en ese terreno de nadie, donde los defensas son superados por el balón aéreo y el arquero aún está lejos.

Aquello no pasó a más, hasta que al día siguiente, Dos Santos tomó la palabra en el camerino y aclaró el papel del cuerpo técnico durante los juegos: a la zona técnica solo saldrían dos personas: él, a dar indicaciones táctico-estratégicas, y Macías, su coterráneo y hombre de confianza, cuando se tratara de jugadas de bola muerta. Estaba claro el mensaje para Wílmer López y Cristian Oviedo: ¡achiquen!

No había malas caras, ni rencillas, mucho menos enemistades en el cuerpo técnico manudo. Se hablaban, se saludaban, se respetaban, se escuchaban?¿Se escuchaban? No es nada personal, pero en materia de decisiones, Dos Santos no compartía sus dudas con Oviedo y López, tampoco solía atender mucho las sugerencias. Aunque, al parecer, los escuchaba respetuosamente entre semana, lo mismo daba.

No sé usted, estimado lector, pero interpreto que Dos Santos sabía parar el equipo (si no, jamás habría terminado la primera fase a dos puntos del líder), pero en cualquier momento se...

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