Opinión: El aporte de un Carasucia

Roberto García H.

roberto.comunic@gmail.com

En sus tiempos en la Primera, Orlando Sibaja Valverde era el flaco de hierro que exhalaba vaho en la nuca de los artilleros. Rolando Fonseca, Paulo Wanchope o Froylán Ledezma, se las veían a palitos ante el recio defensa central, cuyas principales virtudes eran elasticidad, buen salto y cabeceo.

Mientras jugaba fútbol, Sibaja llevaba un diario de camerino y aprendía de sus maestros, Orlando de León, Antonio Moyano, Carlos Watson, Henry Duarte, Juan Luis Hernández y Juan José Gámez. Fue Gámez quien lo integró a los carasucias que brillaron en el Mundial Juvenil de Arabia Saudita, en 1989. Además, Sibaja salió campeón nacional con Herediano en 1993.

El mote de carasucias se remonta a la Argentina en 1957, cuando el estratega Guillermo Stábile recurrió a novatos como Oreste Corbatta, Humberto Maschio, Antonio Angelillo y Enrique Sívori, que sorprendieron con su magia atrevida y pícara. En 1964, una segunda versión de carasucias emergió del césped del Gasómetro, sede de San Lorenzo de Almagro. Y años después, en 1989, motivado por el buen fútbol de la selección del Pipo Gámez, el periodista Gaetano Pandolfo endosó el alias a nuestros juveniles, José Francisco Porras, Rónald González, Juan Carlos Arguedas, Austin Berry, Óscar Valverde, Orlando Sibaja y el resto.

A sus vivencias entre...

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