Opinión: El club de los 12 llorones

Amado Hidalgo

hidalgo.amado36@gmail.com

Pícaro como en su época de jugador, Hernán Medford ha lanzado un dardo, justo al lagrimal de cada uno de sus colegas. Y así, como quien no quiere la cosa, ha fundado el club de los llorones. De paso, les recetó lo que a todos los niños cuando reclaman excesivamente la teta: una chupeta.

La jugada es buena. Como a su equipo lo acaban de favorecer con un par de fallos arbitrales, contraataca al técnico de turno: lo mete en el saco de los llorones. Al mismo tiempo, por si las moscas, y reconociéndose un integrante bravo de esa docena de 'moquientos' afectados por el virus arbitral, se reserva el derecho de sacar el pañuelo a futuro. '¡Porque el que no llora? no mama!'.

Esa entretenida conferencia de Medford me recordó la película Doce Monos . Bruce Willis, en el papel de un prisionero del 2035, viaja en el tiempo al pasado para encontrar el virus que acabó con casi toda la humanidad y condenó a los sobrevivientes a permanecer bajo las alcantarillas.

El viajero regresa a buscar la organización de los Doce Monos, presuntos responsables de liberar el virus. Pero en esas idas y regresos al ayer y al mañana, es tratado de loco y hasta llega a creer que él es uno de los culpables de que se haya propagado la epidemia.

De haber caído en el 2017 y en Ticolandia, no habría encontrado ningún club de los Doce Monos, sino a 12 llorones, cada uno con un club y que se imitan como monos en la lloradera. Porque sí, Hernán tiene razón: es un cuento eso de que algunos técnicos tienen el lacrimal reseco y no les sale ni una gota, por más que el árbitro de turno se invente tres penales en contra, permita dos goles en...

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