Opinión: Elefantes en mi memoria

Roberto García H.

roberto.comunic@gmail.com

Anclados en las butacas, los chiquillos nos encogíamos del susto, mientras Tarzán (Johnny Weissmüller) desfallecía a manos de los cazadores malvados. De pronto, el hombre mono lograba medio zafarse de sus captores y lanzaba su potentísimo grito: ¡Ououoooo! (O algo así).

A los carajillos nos caía la peseta y exclamábamos: '¡Los elefantes!'. Tantor y sus amigos irrumpían en la gran pantalla, la zozobra se convertía en júbilo y el tronar de los paquidermos aumentaba con nuestro delirante zapatear contra el piso del cine. Los elefantes daban buena cuenta de los cazadores. El rey de la selva salía airoso. Chita la mona brincaba con alegría. Y el premio para el héroe del taparrabo era un beso de amor de Jane (Maureen O'Sullivan).

En los 60 había tres cines en Guadalupe de Goicoechea: El Río, al costado oeste del parque (antes plaza de fútbol); el Reina, cerca del cruce a Moravia, y el cine Guadalupe, frente a la carnicería de Billo, 100 metros al oeste de la Jefatura. Había que urdir milagros para invitar a la chiquilla que a uno le gustaba y comprarle un heladito después del cine, a ver si acaso Cupido le atinaba al flechazo, dando vueltas en el parque. Aquellas quimeras con manitas sudadas ocurrían en el cine Guadalupe, principalmente, sala que proyectaba las románticas...

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