Opinión: Los fantasmas del minuto 90

Amado Hidalgo

hidalgo.amado36@gmail.com

Odiamos a Jonathan Bornstein, a Landon Donovan y al árbitro que estiró cinco minutos aquel duelo del 14 de octubre del 2009. El gol, a 28 segundos del final, nos mandó al repechaje y nos sacó de Sudáfrica 2010.

Supimos entonces que un segundo nos puede arrancar el alma y dejar una huella de años. El sábado vimos que ese mismo segundo es capaz de inyectarnos una sobredosis de alegría, de dibujar un trazo en la historia de nuestros momentos memorables. Nueve años nos llevó limpiarnos el fantasma del minuto 95.

A Benito Archundia lo declaramos un hijo de su madre aquella noche de horror, cuando el gol gringo le cedió el boleto a Honduras y nos envió al infierno del repechaje contra Uruguay. Los cinco minutos de compensación resultaron los más infames de nuestra vida futbolera, eternos, injustos, malditos. El gol que más han gritado los catrachos.

Hace cuatro días, otro mexicano, César Ramos, le dio vuelta a la tortilla de la historia. Esta vez, los 360 segundos de alargue no fueron un robo, un regalo ordenado por FIFA, una complicidad arbitral para favorecer al equipo de casa. Esta vez fue un obsequio divino, un premio para hacerle justicia al otrora desterrado Waston. Un castigo para los 'actorazos' hondureños, un ajuste de cuentas con el viejo fantasma de octubre del 2009.

Después de ambos episodios, puedo entender esa escena del minuto 95 vivida en el diario Diez hondureño. Todos presagiando lo peor cuando Bryan Ruiz escapa a sus celadores y busca el centro. La chica que llora...

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