Opinión: Uno de los gritos más bellos

José David Guevara

jguevara@elfinancierocr.com

Ojalá todos los gritos fueran como ese que une, alegra, emociona, enloquece, desahoga, abraza, ríe, canta, aplaude, festeja, entusiasma, sueña, salta, suda, acelera los latidos, eriza la piel, alivia, elimina fronteras, crea gratos recuerdos...

Lamentablemente no todos son así. En las calles, por ejemplo, abundan los rugidos de choferes (de ambos sexos) impacientes, egoístas, temerarios, descorteses, matones, vulgares que en cuestión de segundos se 'lucen' exhibiendo un 'exquisito' uso del vocabulario más soez.

Tenemos también los bramidos de hombres violentos, 'valientes' que transforman sus hogares en escenarios de terror, humillaciones, ofensas, burlas, imposiciones irracionales, golpes, violaciones, abusos, pesadillas; algo así como el Infierno de la Divina comedia, del italiano Dante Alighieri.

Además, los chillidos de mujeres que tratan a sus hijos a punta de insultos, amenazas, broncas, descalificaciones, irrespetos, atropellos, manazos, agravios y otras manifestaciones que denigran a los niños y los inducen a una baja autoestima y a prolongar el círculo de la agresividad.

¿Cómo pasar por alto los alaridos de padres y madres que pierden a alguno o varios de sus hijos por culpa de disputas entre bandas de narcotraficantes que se disputan el triste y maldito mercado del consumo de drogas?

Sumemos algunos de los clamores más tristes: los de quienes tienen...

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